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¿Es posible que un río vaya a veces a contracorriente en uno de sus tramos? ¿Que después de más de mil años aún no esté claro el lugar de su nacimiento? ¿Que sus aguas desaparezcan bajo tierra para volver a brotar, a nacer de nuevo, después de esconderse por una gran llanura? ¿Que sea el único de los grandes ríos de la península que comienza en un territorio llano, en la meseta, lejos de los principales sistemas montañosos?
Los nombres del Guadiana ya fueron objeto de discusión para científicos, lingüistas e historiadores. Plinio el Viejo, el naturalista romano que vivió en el siglo I, nos contaba los caprichos del Ana o Annas, un vocablo interpretado de muchas maneras: en hebreo significa ¿en dónde está?, pero hay quienes relacionan Ana con pato, el ave que se mete en el agua y vuelve a salir, como el río que se hunde en la tierra y reaparece más allá. Gran río es en íbero el nombre de este brazo de agua tan singular, que en su recorrido es manchego, extremeño, andaluz, alentejano y algarveño.
Nos sentimos atraídos por las fuentes, los puntos donde un chorrito de agua oculta se manifiesta de repente desde la oscuridad, y sentimos fascinación por el líquido que sale transparente y refleja alegre la luz. Un primer nacimiento del río podríamos situarlo en la fuente del Ojuelo, el origen de otro río, el Pinilla, en la provincia de Albacete, al norte del municipio de Viveros, en la carretera CM-320. Otros manantiales cercanos y visibles, que enternecen a cualquiera, los encontramos en el caserío de Pinilla, entre Viveros y el Bonillo, también albaceteños, en la CM-3123. De nuevo las fuentes, ese símbolo poético que todos los pueblos compararon con la inocencia o la pureza moral.
A pocos kilómetros, las salinas de Pinilla nos hacen salir por primera vez de un camino y buscar otros, que creemos serán los que perseguimos, los de un río de historia, de gentes, festivo y duro a la vez. A veces herido que vuelve a curarse. Abandonadas desde principios de 1990, estas salinas de interior se muestran aún intactas al visitante. El alfolí o almacén, las albercas, los recocederos y la era de decantado bordean un pozo inagotable de salmuera que, durante siglos, convirtió su agua cargada de sodio en uno de los elementos esenciales para la vida del humano. La distribución de esta sal por la lejana Extremadura y por las comarcas cercanas promovió la elaboración de salazones resistentes al tiempo.
Destino de miles de visitantes de todo el país, el paraje lagunar cuenta con instalaciones suficientes para albergar a los amantes del senderismo, deportes acuáticos y estudiosos de la naturaleza. El complejo turístico Entrelagos, en la laguna del Rey, tiene playa propia y embarcaciones para navegar sus aguas. El camping Los Batanes, cerca de la laguna la Posadilla, o el hotel La Colgada, reconvertido en albergue, son buenas opciones para descansar entre cascadas y pinares.
Ruidera, el pequeño municipio de la provincia de Ciudad Real que sirve de entrada al parque natural, cuenta con un centro de interpretación donde nos ofrecerán toda la información necesaria para conocer y respetar este paraje de ensueño. El Mesón de Juan, con sus exquisitos galianos, es un lugar perfecto para despedirnos de la Salvadora, la Tinaja, la Batana, la Redondilla y del resto de las lagunas que dan a luz de nuevo a este río policéfalo.
Con 30 kilómetros de vida, al recién nacido ya le llaman el viejo. También el alto. Este tramo del Guadiana, ya entre las provincias de Ciudad Real y Albacete, presenta su primera singularidad, las lagunas de Ruidera, para muchos, otro nuevo nacimiento de este río de cabecera múltiple. Declaradas sitio de Interés Público en 1933, y actualmente Parque Natural, fue el primer espacio protegido de lo que es hoy Castilla-La Mancha.
Quince son las lagunas que, unidas entre sí, forman un verdadero oasis en la estepa manchega. Sus aguas nos sorprenden con una paleta de colores azules, aguamarinas y verdes, dependiendo de la intensidad de la luz y la hora del día. Entre la primera, la Blanca, donde vierte el Pinilla, y la última, la Cenagosa, un rosario de lagunas de 25 kilómetros de longitud que se unen entre sí por arroyos, torrenteras y cascadas.
Lejos queda el proyecto de aprovechamiento de sus aguas para las tierras alicantinas, un despropósito promovido en 1913 por los agricultores levantinos que querían construir 300 km de canales para regar 100.000 hectáreas de terreno. La instalación de centrales hidroeléctricas fue otro intento para aprovechar sus aguas y generar energía. Viejos molinos se convirtieron en fábricas de luz que hoy conforman una arqueología industrial que se esparce por el entorno.
Juan de Villanueva, el ilustre ingeniero y arquitecto del Museo del Prado, fue el encargado en 1781, por orden de Carlos III, de llevar a cabo uno de los proyectos más ambiciosos del Guadiana, el canal del Gran Prior, que convertiría en un vergel unas tierras pobres que daban la espalda a sus aguas.
A mediados del siglo XVIII, en pleno reformismo ilustrado, los Borbones fueron los pioneros del origen de la planificación hidráulica en España. La vertebración del territorio con canales de navegación y riego para impulsar la agricultura de regadío en el país más árido de Europa, no terminó como esperaba. Las inesperadas subidas de las aguas hicieron que el canal se desbordara y anegara campos y pueblos cercanos.
La esclusa de Miravetes, un logro de perfección arquitectónica, al final de la laguna la Cenagosa, la última hermana de las Ruidera, fue la puerta de este canal que uniría las aguas de las lagunas con el río Cigüela en su confluencia con el Záncara, dos tributarios de la margen derecha del Guadiana.
La cervantina Argamasilla de Alba, beneficiada por este proyecto hidráulico, fue repoblada un siglo antes por moriscos de las Alpujarras, que la bautizaron como Lugar Nuevo. Río de la Plata llamaron al Guadiana estos andaluces que sacaron gran rendimiento a sus tierras gracias a las aguas del río.
Ya en el siglo XX, en 1936, el ministro de Fomento Cirilo del Río ponía la primera piedra del embalse de Peñarroya, posiblemente un legado de otro ministro, el liberal Rafael Gasset que, con el plan que llevaba su nombre, llevó a cabo un programa de obras hidráulicas basado en los principios de su actividad política: "agua, escuelas y caminos". El embalse de Peñarroya fue inaugurado por fin en 1959 y su castillo de origen árabe vigila sus compuertas. El Guadiana era represado por primera vez en su curso alto.
"Un puente de siete leguas donde pace el ganado tiene el Anas", nos contó Plinio el viejo cuando conoció el río. Se refería a la desaparición repentina de sus aguas que se infiltraban en el subsuelo para alimentar el acuífero de la Mancha occidental. El río Okovango, en Botsuana, y el Farin, en el noroeste de China, también esconden sus aguas, aunque el cauce de nuestro río sea infinitamente más modesto.
El enigmático Guadiana tendrá una nueva cara cuando vuelva a aparecer en los Ojos de Villarrubia, ya en plena llanura manchega. ¿Será otro río diferente al viejo pero con el mismo nombre? El Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, los molinos hidráulicos harineros, pescadores y barqueros octogenarios serán protagonistas de este nuevo tramo del río que no se esconderá, que se mostrará, donde el sol y las gentes lo vean hasta que muera en aguas atlánticas.