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Cada día el sol se pone más tarde, nos vamos despidiendo del abrigo y, sin apenas darnos cuenta, se cuela la primavera en nuestras vidas. A punto de explotar en los jardines más pintorescos de la península, todos tienen en estas fechas una atmósfera especial. Los hay pequeños, grandes, de enormes dimensiones... románticos, neoclásicos, centenarios, urbanos o aislados.
Pasear por sus veredas es transportarse por unas horas a otra dimensión, donde el tiempo parece suspendido, lejos del mundanal ruido. Estos remansos de paz, repletos de fauna y flora, son un placer para la vista, el olfato y hasta para el tacto. Lugares imprescindibles para conocer más en profundidad la riqueza y diversidad de las especies vegetales. Espacios para desconectar en el corazón de las ciudades.
Entre los numerosos atractivos turísticos del sur de la Costa Brava están precisamente estos jardines, abiertos al público. El más espectacular, por su belleza y biodiversidad, se encuentra muy próximo al pueblo marinero de Blanes, en la comarca de La Selva, provincia de Girona. Sus dieciséis hectáreas de extensión, entre la ladera de una montaña y unos acantilados que miran al Mediterráneo, fueron diseñados para vivir la experiencia de varios ecosistemas en un mismo jardín y acoge más de 3.000 especies procedentes de los cinco continentes.
La panorámica sobre el mar que se tiene desde el templete de Linneo resulta tan romántica que es lugar habitual de peregrinación de recién casados para hacerse las fotos de boda. Los demás miradores del jardín, la plaza Goethe y el estanque tampoco tienen nada que envidiarle y poseen su encanto particular.
La hora y media del itinerario recomendado, entre cactus, plantas medicinales, helechos y araucarias es todo un homenaje a la botánica y a la embriagadora belleza del reino vegetal. Si a eso le sumamos un chapuzón en una de las hermosas calas de aguas cristalinas de la zona, este plan es difícilmente superable.
Es este uno de los lugares más exóticos y singulares del tinerfeño Puerto de la Cruz. De hecho, es el segundo jardín botánico en antigüedad de España, después del de Madrid, y como aquél, se fundó por orden de Carlos III en el siglo XVIII. El objetivo de estas instalaciones era aclimatar las especies procedentes de las colonias de Filipinas y América a condiciones más frías, antes de llevarlas a los jardines reales de Aranjuez y Madrid (de ahí su nombre).
Con el paso del tiempo, el jardín se fue especializando en árboles, plantas y flores de trópicos y subtrópicos de todo el mundo. Las palmeras son las grandes protagonistas, con todo tipo de variedades. Pero el rincón que más magia destila es probablemente el del estanque, habitado por tortugas y carpas, y salpicado de nenúfares. La centenaria higuera de Lord Howe (procedente de una remota isla del mismo nombre, en el continente australiano) y de larguísimas raíces aéreas, es una de las joyas naturales del jardín.
Poco conocido por el viajero que visita Barcelona, está situado al noroeste del centro histórico, en el distrito de Horta-Guinardó y es uno de los parques más antiguos de la ciudad. El laberinto de cipreses lo convierte, además, en un lugar ideal para visitar con niños, ya que pueden pasarse horas buscando la salida, entretenimiento al que añadir las posibilidades que le brinda el área de juego infantil. Entre sus casi diez hectáreas ajardinadas los largos paseos se ven amenizados por templetes y esculturas mitológicas.
Lo más curioso del, también llamado, jardín de Horta es su doble raíz, neoclásica y romántica. El arte de la topiaria, o lo que es lo mismo dar forma artística a las plantas, lel diseño en simetrías, las fuentes y el pabellón de las musas contrastan con la naturaleza más salvaje del arroyo y la cascada, con el musgo, la hiedra y la flor del amor tapizando grandes superficies que dan paso a un jardín más selvático y sombrío. Al estar fuera del recorrido turístico habitual no está masificado y es un placer perderse por sus frondosas avenidas.
A pocos kilómetros de Vitoria, cerca de Trespuentes y en plena sierra Brava de Badaia, se encuentra este espléndido jardín de reciente creación (inaugurado en 2003) en el que la vegetación abraza las ruinas de lo que antaño fue un convento, palacio e iglesia, reconvertidos en espacio dedicado a la protección y exhibición de diferentes especies florales.
La visita guiada es más que recomendable ya que, aparte de las grandes encinas, las preciosas orquídeas y las otras mil especies vegetales del jardín, los siete siglos de historia que se abren ante tus ojos toman otra dimensión en su contexto, de forma que los pozos de piedra caliza, el pasadizo, o los ventanales de arcos apuntados del palacio, te dejarán sin aliento. Sin olvidar las terrazas construidas por la orden de los Jerónimos para cultivar vides y hortalizas.
Una moderna escalera de caracol conduce hasta un mirador desde donde se domina un paisaje espectacular. Tanto es así que en 2015 fue declarado Parque Starlight, por su perfecta ubicación para contemplar el cielo nocturno en todo su esplendor. En verano acoge la Fiesta de la Luna, un paseo nocturno por el jardín mientras se escuchan las leyendas e historia del lugar con duendes, brujas y todo tipo de personajes de cuento.
Este jardín privado es uno de los más genuinos y asombrosos de toda España y es perfecto para visitar por la mañana antes de regalarse un buen cochinillo en un asador de Segovia. Construido por el renombrado pintor y paisajista uruguayo Leandro Silva, el más importante de la segunda mitad del siglo XX en España, el Romeral es un oasis con unas vistas excepcionales del Alcázar de Segovia.
El olor de las matas de romero inunda un espacio configurado a lo largo de 30 años, una verdadera obra de arte en su conjunto en la que cobran protagonismo las flores (rosas, nardos, lirios y jazmines) y especies exóticas como ginkgos y bambúes. La curiosa mezcla de estilos, obra del paisajista uruguayo Leandro Silva Delgado, es otra de las características de este espacio singular, con formas inspiradas en los jardines hispanomusulmanes, romanos y hasta de la antigua Babilonia.
El sonido del agua que circula por pequeños canales acompaña al visitante por paseos, sendas, escalerillas y escalinatas hasta zonas de descanso (unos discretos pero muy cómodos banquitos de madera) y preciosos recovecos. Un lugar para perderse y abrir el apetito para el asado de después.
Es uno de los más modernos de España y de los mejores diseñados para niños. El espacio dedicado a ellos, el Bosque de los Niños, está adaptado para hacerlos partícipes directos de la Naturaleza, con una libélula gigante, quince ranas y un cuélebre (serpiente alada de la mitología asturiana) dispuestos a recibir el cariño -y los meneos- de los más pequeños.
Aunque todavía no se puede visitar al completo, ya que es un proyecto de gran envergadura y, de momento, solo tiene abierta su primera fase, el paseo por sus veredas y rincones es tan recomendable y nutritivo como un buen cachopo al cabrales. La entrada está a escasa distancia de la Laboral Ciudad de la Cultura, donde se programan regularmente espectáculos y propuestas de ocio de todo tipo. Y si de turismo vegetal se trata, a unos kilómetros de allí, cerca de Luarca, hay parada recomendable: los Jardines de la Fonte Baixa o de Panrico, el jardín botánico privado más grande de Europa, con 569 variedades de plantas (hay que concertar cita previa).
Situado a las afueras de Málaga, junto al embalse del Limonero, este jardín de estilo inglés y de grandes dimensiones cuenta con más de 160 años de historia, algo palpable a cada paso, ya sea por los hallazgos arqueológicos financiados por los marqueses de la Casa Loring, la familia de la alta burguesía malagueña que lo mandó construir, o por los árboles centenarios que saludan al paseante.
La visita te llevará un día entero, ya que existen diferentes rutas (la forestal, la de los miradores y la de vuelta al mundo en 80 árboles) y espacios interesantes y abiertos como la Casa Palacio de los Loring, que hoy alberga una exposición del patrimonio histórico del siglo XIX, el templete de estilo dórico que da cabida al Museo Loringiano o La Casita del Jardinero, con una veintena de muñecas Barbie representando escenas de la época en el jardín.
Con un poco de suerte, se puede presenciar la floración de las glicinias, que tiene lugar durante 15 días al año entre marzo y abril. Además, hay lugares habilitados para disfrutar de un buen pícnic, pero el parque cuenta también con un bar con terraza con muy buena calidad-precio.