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La jornada de kitesurf empieza lejos del agua. El inicio llega consultando en el móvil las apps especializadas en la predicción del viento. Entre las más empleadas están Windy y también Windguru, capaces de acertar en sus previsiones incluso con varios días de antelación. No obstante, hay lugares donde atinar es mucho más sencillo. Uno de esos sitios es el embalse de La Loteta, situado en una de las zonas más ventosas de Europa.
“Aquí tenemos buen viento más de 150 días al año. A la altura de playas de Fuerteventura y hasta de Tarifa”, asegura Jorge Herrero, uno de los miembros más activos del Club Kitesurf La Loteta (CKLL). “Desde el momento que se planteó la construcción del embalse, ya empezaron a acercarse locos del kitesurf para comprobar que sería perfecto para sus cometas y sus tablas”.
De aquello hace unos cuantos años, ya que La Loteta se concibió como infraestructura clave para el consumo de agua de boca en la ciudad de Zaragoza, situada a 35 kilómetros de distancia. Desde 2009 el embalse se llena con agua del Pirineo canalizada desde el gigantesco pantano de Yesa. Y esas mismas aguas, luego ponen rumbo a las depuradoras de la capital gracias al Canal Imperial de Aragón.
No obstante, tal y como intuyeron aquellos visionarios, La Loteta se ha convertido también en el patio de recreo favorito para los riders de la comunidad y de otras limítrofes. Jorge, como secretario del CKLL, confirma que entre sus socios hay gente de Navarra, La Rioja, País Vasco o de Madrid. De hecho, el número de socios ha crecido exponencialmente en los últimos años, al mismo tiempo que aumenta el reconocimiento deportivo del lugar.
Hay varias razones para ello. Por una parte la buena comunicación por medio de la A-68 y la autopista vasco-aragonesa; por otra, el cómodo acceso al embalse y sus orillas. Además, con su máxima capacidad alcanza los seis kilómetros de longitud por otros dos de anchura, dimensiones idóneas para navegar sin agobios. Y, por si fuera poco, al tratarse de un embalse destinado al agua de boca, se prohíben las embarcaciones a motor. Todo perfecto para el kitesurf. Aunque nada de eso tendría importancia si no poseyera el viento.
Los aerogeneradores que se levantan en los alrededores y la silueta del cercano Moncayo atestiguan que es el territorio del cierzo. “Para la gente de Zaragoza el cierzo es una locura. Molesto y agotador cuando no descansa durante varios días. Pero para nosotros es una bendición. Esperamos que sople para venir, porque esto es adictivo, engancha”, confiesa Jorge, que desde 2014 practica el kitesurf y, según él, “después de hacer muchos deportes, este es el mejor. Y, pese a lo que se piensa la gente, no hace falta irse al mar para gozarlo”.
Este deporte náutico posee su propio lenguaje. Por ejemplo, sus practicantes son riders y se reúnen en los spots. O sea, las orillas del mar o de los embalses desde las que salen a navegar. En La Loteta hay dos spots diferenciados, el sur y el centro. En el sur está la base del CKLL, así como tres escuelas de kitesurf, a la que se suma una cuarta ubicada en el spot central.
“Cada vez viene más gente a aprender porque es más seguro que hacerlo en el mar. En el caso de que se caiga la cometa, siempre hay una orilla cercana para volver caminando y, además, si se traga agua, es dulce”, va contando Jorge mientras prepara todo el material antes de salir a navegar.
El primer paso es elegir la mejor cometa -o kite- para las condiciones de viento de cada día. Existen de diversas envergaduras y las hay tanto del tipo vela de parapente como los kite que se inflan para mayor consistencia. Una vez preparada la cometa, se ha de sujetar con un mosquetón al suelo. “No hay que olvidarse que aquí sopla el viento con fuerza”, bromea Patrick, otro rider del club que no perdona la más mínima oportunidad de navegar.
Lo siguiente es extender las líneas -o cuerdas- que parten de la cometa y llegan hasta la barra, es decir, una especie de timón plano. En definitiva, todo un entramado de resistentes cordajes que finalmente se anclan al arnés que llevan los riders sujeto a la cintura y colocado sobre el traje de neopreno. Ese sería el equipo imprescindible, al que hay que sumar la tabla. Algunas de aspecto más clásico, similar a las de snowboard, pero otras con un diseño tan innovador como la hydrofoil, que apenas roza el agua. Gracias a ello puede alcanzar velocidades de vértigo y navegar con vientos muy suaves.
Sin embargo, esas tablas no son apropiadas para la práctica del kitesurf que más gusta: saltar, saltar y volver a saltar. Para eso se necesita el viento óptimo. ¿Cómo saber cuándo es el momento? “Hay que esperar a que aparezca el borreguillo en la superficie. Una espumilla blanca sobre el agua. Eso es que está agitada por un viento de más o menos 12 nudos. O sea, unos 24 kilómetros por hora”. Lo explica de forma muy didáctica Alex Jurado, consumado navegante en La Loteta y en las redes sociales, ya que su dominio sueltalabarra.com es un referente en lengua hispana de este deporte.
Aguardar el instante propicio para navegar es parte del encanto de la experiencia. No tanto por el beneficioso ejercicio de paciencia que supone, algo siempre recomendable en tiempos de prisas, sino, sobre todo, porque son momentos para la camaradería entre los riders, que comparten en este paraje tantas tardes a lo largo de cualquier mes del año.
Esperar ese borreguillo sobre las aguas de La Loteta propicia que la gente se relacione y acaben siendo un grupo de amigos que charlan de casi todo a las orillas del embalse. Pero siempre con el ojo puesto en el agua. Ansían el momento de cerrarse el neopreno, calzarse la tabla y levantar el kite para experimentar algo que solo saben definir con palabras apasionadas.
Por ejemplo, el propio Jorge habla de cómo el kitesurf le permite desconectar de su día a día: “Te tienes que concentrar. Estar atento a la cometa y a las olas. Toda tu atención está ahí y te olvidas de todo. De pronto solo navegas. Alucinas. Escuchas el viento, el agua, ves la naturaleza. Desconexión total”.
Entre ellos van apareciendo más definiciones y sensaciones: libertad, contacto con la naturaleza o felicidad. Así lo describe Sara: “cuando estás ahí dentro, eres feliz”. Sara viene desde hace años con su pareja, Josué. Y, desde hace un tiempo, hay tardes que también llegan con su bebé, aunque hoy lo han dejado con los abuelos en Alagón, población muy próxima al embalse. Pero si lo hubieran traído, entonces la pareja se va turnando entre la crianza y la cometa. “O si nos dejamos, la van colocando a los amigos”, bromea Óscar, tudelano que ya forma parte de esta cuadrilla del pantano.
La tarde avanza y el ansiado borreguillo que decía Alex comienza a emerger. Casi como por arte de magia, todos se activan. El personal se incorpora, se va cerrando la cremallera del neopreno y se ayudan a levantar sus kites de vivos colores hacia las alturas. En un instante la orilla se vacía, los riders están sobre el agua y las cometas se recortan sobre el cielo. Aunque no solo hay gente disfrutando del kitesurf, también hay deportistas de otras disciplinas acuáticas como el windsurf o la última invención: el twintip. Y es que la tecnología no para de renovarse y de inventar nuevos recursos para este tipo de deportes.
Cada vez se practican más. Son deportes en auge, en constante crecimiento tanto en el número de seguidores como en su reconocimiento. De hecho, para los Juegos Olímpicos de París 2024 se incluye el kitesurf en su modalidad de velocidad. Es la llamada Fórmula Kite, cuya práctica es habitual en La Loteta. Tanto es así que esta primavera se celebró aquí la Copa de España de Aguas interiores de esta especialidad.
Ese campeonato nacional ha sido el evento más destacado del embalse, pero lo cierto es que desde hace tiempo tiene lugar el Cierzo Festival que organiza año tras año el CKLL. Un acontecimiento de espíritu lúdico y festivo. Las regatas de Freestyle y Big Air son las grandes protagonistas y han proporcionado estampas preciosas gracias a saltos que han superado los 20 metros de altura.
Sin embargo, para elevarse tanto hacen falta vientos más potentes que los de hoy. Aún así, el atardecer no se le está dando mal a Josué, con una buena sesión de piruetas, o al experimentado Óscar, que apura hasta el ocaso haciendo figuras en el aire. Mientras, Sara navega plácidamente algo más lejos de la orilla. En cambio Jorge hoy no se ha mojado, prefiere seguir hablando de su deporte favorito y de este embalse que tanto visita.
Nos cuenta que el kitesurf lo practican desde niños de 10 años a mayores septuagenarios. “Una vez que se sabe, requiere más maña que fuerza. El reto es domar el viento y las olas. Y este sitio es fantástico para lograrlo”, habla mientras observa los saltos de los compañeros. “No es que lo diga yo. La propia GKA, o sea, la Global Kiteboarding Association, ha alucinado con La Loteta, y nos ha ofrecido al club que organicemos una prueba del Campeonato Mundial para 2023. Todo un privilegio y una ocasión preciosa. Tenemos el sitio y las ganas. Ya solo nos falta un buen patrocinador”. ¿Algún sponsor se anima?
CLUB KITESURF LA LOTETA - Embalse de la Loteta, Zaragoza. Tel. 624 28 25 71.