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Las Chorreras de Enguídanos y otras zonas de agua de las Hoces del Cabriel

Donde el agua se hizo piedra

01/07/2024 –

Actualizado: 10/04/2023

Fotografía: Alfredo Cáliz

Cascadas, cárcavas, saltos, tobas, cuevas, pozas… El agua baja de forma caprichosa por Las Chorreras de Enguídanos, uno de los tramos más espectaculares del río Cabriel, que hace frontera natural entre las provincias de Cuenca, Albacete y Valencia. La mejor forma de disfrutarlo es acompañando el cauce por senderos y miradores, o practicando actividades como rafting, paddle sup, kayak o barranquismo, siempre protegiendo un espacio geológico único. Este no es solo el único rincón para sacarle todo el partido al agua en las Hoces del Cabriel. ¡Toca refrescarse!
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Las aguas de tonalidad turquesa bajan con fuerza en este tramo del río Cabriel, a su paso por la provincia de Cuenca. Sinuoso, va serpenteando la orografía escarpada de rocas calizas, buscando cualquier recoveco para seguir su camino hacia el embalse de Contreras y fusionarse, más abajo, con el Júcar. En las conocidas como Las Chorreras de Enguídanos se produce un fenómeno geológico espectacular en el que el agua se ha transformado en roca… y lo sigue haciendo.

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“Estamos en un espacio de máxima protección, que forma parte de la Reserva de la Biosfera del Valle del Cabriel, por eso la recomendación es que nos acerquemos a él desde el turismo de contemplación y activo, haciendo rutas senderistas por el entorno, participando en actividades de aventura con las empresas registradas y evitando el baño, que está prohibido en las propias Chorreras”, explica Ciri Soriano, técnico de Turismo del pequeño municipio de Enguídanos. El paraje de Las Chorreras comprende desde la presa de Villora hasta que las aguas del Cabriel se juntan con las del Guadazaón -un kilómetro y medio, más o menos-. Se trata de un entorno vivo, un diseño escultórico pétreo, donde el agua se convierte en piedra.

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¿CO2 convertido en roca? Una explicación sencilla es que al pasar por saltos y cascadas muy angostas, el agua se desgasifica y genera el carbonato cálcico, que en forma de calcita se posa sobre materiales del fondo fluvial, como musgos, hojas, troncos o rocas, que terminan petrificándose, dando como resultado las tobas. Además, también encontramos en esta zona las rampas de estramatolitos activos -estructuras minerales creadas por las cianobacterias- que se siguen generando desde los orígenes de la Tierra. “Todo esto le confiere un valor que debemos conservar al máximo pues, aunque estemos hablando de formaciones geológicas, son muy delicadas y frágiles y el simple roce de las pisadas o lanzarse por las tobas como si fueran un tobogán acaban con milenios de creación”, señala Ciri.

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Para visitarlas tenemos varias opciones. En vehículo podemos llegar hasta los parking habilitados en Villora (a unos 5,6 km desde el ayuntamiento por la carretera CM-2109) y Enguídanos (5 km desde la Plaza Mayor por la vía CUV-5014); en ambos hay que reservar plaza de manera online en temporada alta. En este último nos encontraremos la central hidroeléctrica de El Salto de Lucas Urquijo, de las más antiguas de España (principios del XX). “Si dejamos aquí el coche, tendremos unos 15 minutos de caminata hasta Las Chorreras, atravesando el antiguo poblado en el que vivían los trabajadores de la central y sus familias. Poco después de que se marcharan, cuando yo era pequeño, esto parecía un pueblo fantasma sacado de una película de esas apocalípticas, porque apenas habían recogido los enseres y en algunos comedores estaban los platos puestos y la ropa colgada en los armarios”, recuerda Álvaro Marín. Él es nuestro guía y propietario de la empresa de turismo activo ‘Altaïr’.

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Con Álvaro se pueden realizar las otras dos formas de acercarnos a Las Chorreras. Hay una ruta senderista, la PR-CU-53, que parte del pueblo de Enguídanos. Es circular y durante sus más de 14 kilómetros vamos contemplando el paisaje geológico y vegetal de pinos, carascas y quejidos mezclados con huertos. “En algunos tramos iremos a pie de río, aunque también ascenderemos a las crestas rocas para divisarlo desde arriba o simplemente escucharemos el rumor de la corriente”. Emularemos a los antiguos gancheros, tan presentes durante siglos por estas lares, dirigiendo los enormes troncos talados en los bosques de la Serranía Conquense hasta el Júcar, y de ahí hacia el puerto de Cullera, ya en su desembocadura en el Mediterráneo. “Esas cuadrillas de hombres tenían en esta parte del río y en las Hoces del Cabriel uno de los puntos más difíciles, porque debían sortear grandes saltos, meandros muy pronunciados y gargantas profundas. De hecho, todavía hay algunos vestigios de sus ingenierías, representado el agua o dinamitando cuevas para desviar el cauce por recorridos más sencillos”, apunta Marín.

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Pero, sin duda, la manera con más adrenalina para vivir el Cabriel es dentro de él. En la doble chicane que conforman Las Chorreras es donde suele centrar sus actividades de turismo activo ‘Altaïr’: rafting, kayak, paddle sup o barranquismo, entre otras. “Hay 140 plazas diarias para estas actividades, que debemos repartirnos las empresas que operamos en la zona. Entre mayo y junio comienza la temporada alta, con las excursiones escolares, y el verano es más de particulares. A mí me gusta la parte de la cabecera, porque en 300 metros tienes gargantas, rápidos, cuevas, pozas, cascadas…” Los guían han bautizado algunos puntos muy atractivos, como la cueva de Oron, la Cascada del Amor – las parejas se resguardar tras su cortina de agua- o la Poza de los Mil Saltos.

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Enguídanos, la abundancia de agua

Pasadas Las Chorreras, cuando el Cabriel se encuentra con el Guadazaón, el cauce se calma un poco y es perfecto para los paseos tranquilos en kayak o levantarse sobre la tabla de paddle sup y remar. Muy cerca nos encontraremos con la Playeta de la Lastra, una represa abandonada donde se ha ido formando una calita muy concurrida por los vecinos y visitantes para darse un baño refrescante en verano. Pero cuidado, porque el vertido de agua está regulado, pero no se avisa previamente.

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El pueblo de Engúidanos merece una parada en nuestro recorrido. Nos han dado la bienvenida, entre carrascas y matorrales, unos molinos gigantes, eólicos que no quijotescos a pesar de estar en La Mancha. “Somos un pueblo de árboles frutales, fuentes y manantiales, dedicados a la agricultura y el turismo, mayoritariamente, aunque también contamos con una Universidad Popular en invierno y en los últimos años mucha gente ha venido a teletrabajar desde aquí”, comenta Ciri Soriano. Él es de los vecinos más jóvenes entre los 300 que viven todo el año.

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En Enguídanos está el yacimiento celtíbero Keltiber, en el Cerro Cabeza Moya, y una recreación de una casa de esta población sobre el Mirador del Santo. Fueron los griegos los que dieron nombre a la zona, en referencia a la abundancia de agua en el terreno: “Son muchos los manantiales, fuentes y arroyos que visitar y numerosas las rutas para conocer el entorno de hoces (Cerrada, Mira, Agua), miradores y cascadas (El Golpecillo), donde encontrarse con ardillas, cabras montesas, águilas reales o perdiceras”, detalla el técnico. También permanece en pie su castillo-fortaleza, de origen musulmán y construido entre los siglos X y XI, “donde se organizan algunas funciones teatrales y eventos culturales”.

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Otras zonas de agua del Cabriel

En esta pequeña localidad conquense arranca el embalse de Contreras. Este espacio, construido entre los años 50 y 60 del siglo pasado, es hoy atravesado por el viaducto de la A-3 y el tren de alta velocidad que une las ciudades de Madrid y Valencia. La práctica de actividades deportivas se combina con el baño en algunas playitas habilitadas, como la cercana al camping 'Kiko Park'. A partir del embalse, el Cabriel es encañona más, zigzagueando por meandros que rodean paredes escarpadas de roca y un desfiladero que separa las mesetas de Utiel-Requena, en la parte valenciana, y la Manchuela, en Albacete: estamos en las Hoces del Cabriel.

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Aquí se despliegan numerosas rutas senderistas para disfrutar, a pie de río o desde miradores, del majestuoso escenario que ha cincelado la naturaleza. Desde la Venta de Contreras, posada abierta a mediados del siglo XVII, parten dos rutas: la de los Cuchillos -con las impresionantes agujas pétreas de tonos cobrizos y negros apuntando al cielo- y la que sube hasta el Mirador de Peñas Blancas por la antigua carretera de las Cabrillas, que diseñó el ingeniero Lucio del Valle durante el reinado de Isabel II y que fue durante siglo y medio la vía principal que unía el Levante con la Meseta. Desde los pueblos de Villargordo del Cabriel y Venta del Moro podemos acceder al PR—CV-344, una ruta sencilla de trekking y mountain bike por pistas forestales, que nos llevará a los miradores de la Hoz del Rabo de la Sartén, Hoz de Vicente -y su meandro de postal instagrameable- y la Hoz del Purgatorio.

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A lo largo de esta frontera natural entre la Comunitat Valenciana y Castilla-La Mancha iremos encontrando determinadas zonas habilitadas para el baño, como Los Cárceles (municipio de Villamalea), los manantiales de Villatoya o los rápidos de Tamayo (Venta del Moro), donde las empresas de turismo activo organizan la mayoría de sus recreaciones. Es recomendable acudir siempre con calzado adecuado, porque el fondo del río es pedregoso.

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Por último, llegamos a la pedanía de Casas del Río. La encontraremos a unos 27 kilómetros, por la carretera N-330 desde Requena, que hará las delicias de los motoristas por sus curvas y que discurre paralela al Barranco de los Muchachos. El camino está escoltado, a ambos lados, por viñedos de bobal, olivos, pinos y almendros, exuberantes en flor a mediados de marzo. Aquí le queda poco al Cabriel por desembocar en el embalse de Cofrantes, donde abastecerá el cauce del Júcar.

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En Casas del Río, además de una zona de baño con pequeñas cascadas, pozas y merendero, encontraremos una noria hidráulica con tres siglos de antigüedad, que sigue abasteciendo a las huertas de las aldeas cercanas. Construida con madera de iroko y hierro fundido, es el último vestigio de este sistema de riego que hay en toda la Comunitat Valenciana.

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