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Piornos en flor en Gredos (apertura)

Los piornos en flor en la Sierra de Gredos

Sumergidos en un tupido mar de flores amarillas

Actualizado: 10/07/2018

Fotografía: Marga Estebaranz

Nos vamos a la Sierra de Gredos para disfrutar de una de las manifestaciones más increíbles de la naturaleza española, la floración de los piornos, un espectáculo para no perdérselo al inicio del verano.
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Desde Navarredonda a Hoyos del Espino, de Navacepeda hasta Barajas y desde los demás pueblecitos de la vertiente de Gredos, la sierra estos días parece coloreada por la paleta de un pintor caprichoso. Con la nieve aún en las altas cumbres, a sus pies las laderas pasan del blanco inmaculado a un amarillo rabioso que tiñe valles y gargantas.

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Sin dificultades técnicas y con un nivel de esfuerzo medio, la ruta transita por un cómodo camino, empedrado en su mayor parte.

Son los piornos en flor (en algunas zonas conocida como retamas), una de las manifestaciones más espectaculares de la naturaleza ibérica, menos conocida sin embargo que otras floraciones, como las de los cerezos del Valle del Jerte, los campos enrojecidos por las amapolas castellanas o la lavanda en Guadalajara.

Como señala su apellido, el piorno serrano es un arbusto propio de las montañas de la zona Centro: sierras de Gredos, Béjar, Guadarrama, Gata, La Serrota, Sistema Ibérico y montes de León, aunque también aparecen en Pirineos.

Sus matorrales ocupan grandes extensiones en las laderas soleadas, formando masas cerradas, tan tupidas que impiden el paso entre ellas. Durante las semanas que permanecen en flor, las sierras están de fiesta, luciendo su vestido más luminoso y el intenso perfume característico de la planta en el ambiente.

Utilizado tradicionalmente como resistente techumbre en la arquitectura popular y combustible económico, las ramas del piorno aún se siguen usando en las sierras castellanas como escobas y apreciada cama para el ganado.

Piornos en flor en Gredos
Los matorrales ocupan grandes extensiones en las laderas soleadas, formando masas cerradas.

El fenómeno de la floración alcanza sus mejores momentos en el mes de junio, aunque lo prolongado del pasado invierno, junto con las abundantes lluvias primaverales, ha retardado unas semanas la aparición de las flores y a estas alturas del mes de julio, todavía brillan amplias superficies florecidas.

La Asociación de Empresarios de Turismo del Norte de Gredos organiza todos los años el Festival del Piorno, donde se celebran numerosos actos relacionados con la floración de la planta. Edificios públicos, hoteles y casas se engalanan para la ocasión con ramas amarillas, se realizan exhibiciones de usos tradicionales de piornos, concursos y otras actividades.

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De intenso color amarillo, el aroma de esta flor impregna todo el campo.

Este año se ha celebrado el mes de junio, pero los piornos continúan encendidos, esperando la visita de quien quiera disfrutarlos. Es un espectáculo que merece la pena. Gratuito, resulta una excelente excusa para hacer ejercicio en la naturaleza.

Un paseo por el Alto Gredos

La Sierra de Gredos es uno de los mejores lugares para ver los piornales en flor. Del puerto del Pico a Tornavacas todas las laderas se visten estos días de amarillo. La Covacha, el Pozo de las Paredes, el Cervunal, El Hornillo... entre todos los destinos del parque regional, uno de los más recomendables es la subida a la Laguna Grande, en el Circo de Gredos, el corazón del espacio protegido. No es necesario llegar a aquella masa de agua glaciar, basta con andar la mitad del camino, hasta lo alto de la loma de los Barrerones.

Sin dificultades técnicas y con un nivel de esfuerzo medio, la ruta transita por un cómodo camino, empedrado en su mayor parte. Es la Trocha Real, así llamada porque fue construida hace un siglo para facilitar las incursiones cinegéticas del rey Alfonso XIII, que venía a la Sierra de Gredos a cazar cabras monteses.

Se inicia en la llamada Plataforma, punto donde acaba la carretera de doce kilómetros que se inicia en Hoyos del Espino y en la que, durante los meses de verano, para acceder hay que pagar 3 euros por vehículo.

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En las cumbres todavía hay resquicios de las importantes nevadas de este año.

La trocha, perfectamente empedrada, asciende primero al Prado de las Pozas, enorme llanura que el camino atraviesa por su centro. Desde aquí ya se contemplan las lomas de Navasomera, Regajos Llanos, el Morezón y los propios Barrerones teñidas de amarillo.

Un nada afortunado puente de hormigón sobre el arroyo de Garganta de Prado Puerto marca el inicio de la cuesta de Los Barrerones. Curvea la trocha entre los afloramientos de rocas y los primeros macizos de piornales. En la subida, los caminantes pasan entre negras vacas abulenses que pastan tranquilas en este paraíso. De vez en cuando, alguna levanta la cabeza y queda embelesada aspirando el aroma de las flores amarillas que inunda el ambiente. Chanel nº 5 natural.

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Las lluvias de junio han retrasado la floración del piorno en Gredos.

En la parte alta de la cuesta se alcanza una fuente, la de los Cazadores. Es punto de parada obligada. Nada mejor que un trago de agua fresca entre los piornos que disputan las laderas a los últimos neveros. Un tramo final especialmente florecido lleva al Alto de Los Barrerones, donde se contempla la mejor panorámica de la Sierra de Gredos.

Visión de vértigo

La Galana, Los Hermanitos, el Cuchillar de las Navajas... nombres principales de una sucesión de cumbres de vértigo. Sobre todos estos gigantes de granito sobresale el Almanzor, el pico más alto de Castilla. El camino prosigue con un largo descenso que le lleva a la Laguna Grande, en el centro del circo de Gredos, aunque esto ya es el reino de la alta montaña.

Laguna Grande de Sierra de Gredos
La Laguna Grande, en el centro del circo de Gredos. Foto: Shutterstock.

Para continuar entre retamas, se puede seguir el ascenso hasta el Morezón, la primera y más asequible de estas cimas. Basta con tomar el camino que arranca a la izquierda, nada más alcanzar los Barrerones, a la altura de una cerca de grandes piedras.

Se sumerge la senda entre los matorrales florecidos, algunos tan crecidos que sobrepasan el metro y medio de altura. Sopla el viento en la alta ladera. Estremece las flores que se convierten en olas amarillas y amenaza con volarnos el sombrero. Lo agarramos con fuerza y continuamos navegando entre piornos como un barco agitado que cruza el oleaje de un mar amarillo.

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Cae la tarde y las vacas se disponen a encamarse entre los piornos. Como Marilyn con su chanel favorito, el aroma de la flor serrana será lo único que se pongan para pasar la noche.

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