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Peso y volumen son los grandes problemas que acarrean los peregrinos durante el mes largo que dura su travesía. Sobre todo, si se añade el tercer elemento imprescindible en el equipaje para este desafío: su efectividad. No vale llevar un chubasquero, por ejemplo, que no proteja bien de la lluvia, por su escasa calidad o por estar roto; de qué nos sirven unas botas dobles, que nos aíslan como si estuviéramos en el Himalaya, si aquí solo se trata de caminar por rutas francas y sin dificultades técnicas. Para qué transportar media docena de camisetas, si podemos lavar las sucias en el camino… junto con la preparación física adecuada, elegir bien el equipaje es uno de los pilares imprescindibles para alcanzar la Compostela.
Son más de treinta días en los que hay que llevar a la espalda todo lo que vamos a necesitar. En cierto modo, nuestra mochila será nuestra casa. España no es la Antártida, ni el desierto, esto es cierto, aunque también lo es el hecho de que para afrontar con garantía el Camino, hay que planteárselo como una expedición; doméstica, pero expedición al fin y al cabo.
Es cierto que hay personas que realizan el Camino pernoctando en hoteles y comiendo en restaurantes todos los días del recorrido. También son legión quienes lo hacen a tramos, esto es, unas pocas etapas seguidas en sucesivos viajes, utilizando puentes y microvacaciones, pero no de una tirada desde el inicio en Pirineos hasta el final en Galicia. Vamos a referir aquí los elementos necesarios para hacer el Camino de Santiago a pie, de una sola vez, pernoctando en albergues y entre los meses de mayo y octubre, la forma que elige la mayor parte de los romeros.
Nota: Las recomendaciones están indicadas para una persona con estado físico adecuado para realizar el Camino de Santiago de una tirada y se refieren al periodo con la meteorología más favorable del año, entre mayo y octubre.
Es el elemento más importante del equipaje. Su elección debe ser rigurosa y precisa. Debemos buscar el tipo de calzado más cómodo, de acuerdo a nuestras circunstancias y teniendo en cuenta que es para andar durante muchas jornadas, pero por un terreno sin la menor dificultad técnica. Zapatillas de senderismo o, a lo sumo botas de caña baja –las que solo llegan hasta el tobillo– son las recomendables.
Las botas de caña alta protegen mejor ante las torceduras, pero son mucho más incómodas para el movimiento de caminar y más pesadas, lo que implica mayor cansancio y aumento de las posibilidades de lesiones musculares según pasen los días. Por su mayor rigidez y dureza de los materiales, también son más proclives a producir rozaduras y ampollas, nunca mejor dicho, auténtico talón de Aquiles de los peregrinos.
Una suela con perfil de tacos bien marcados no debe faltar. También es recomendable que esté fabricada con una membrana tipo Goretex, que la hace impermeable y transpirable a la vez. No se deben estrenar las botas en el Camino. Lo mejor es hacerlo unas semanas antes, domándolas en las jornadas de entrenamiento previas al viaje. Esto es algo común para todos los elementos de la ropa: calcetines y camisetas especialmente, para evitar las rozaduras, inconveniente que parece poca cosa, pero que ha hecho abandonar a bastantes aspirantes a la Compostela.
Hay que buscar comodidad y efectividad, prescindiendo del componente estético. Decir esto, cuando se emite con razonable éxito una serie en televisión sobre el Camino de Santiago, en la que se contempla todo lo contrario, parecerá inadecuado a los poco duchos en las caminatas. El estilo y maneras que gastan sus protagonistas tiene más que ver con la vestimenta de unos jóvenes camino a una rave que con la realidad del Camino. Las ropas que lucen los protagonistas, sus inadecuadas mochilas y cómo las hacen, despistan a los neófitos que lo vean. No pasa nada, la serie no busca ser fiel a la realidad, ni tampoco dar pautas sobre cómo hacer el Camino, por eso se ha prestado poca atención al atrezzo personal de los actores. Esto no es ninguna crítica, solo se trata de señalar algo que debe tenerse en cuenta para evitar equivocaciones a la hora de elegir el equipo.
Camiseta técnica de secado rápido es la más recomendable entre la amplia variedad que hay en el mercado. Aunque más confortable al tacto, el algodón se empapa enseguida con la sudoración y tarda mucho en secarse, lo que origina incomodidad y puede hacernos coger frío. Lo contrario que las modernas fibras, que evacuan el sudor corporal y mantienen seca la piel.
El pantalón debe ser para senderismo y con características técnicas similares a las de la camiseta. Conviene que tenga perneras desmontables, de manera que pueda utilizarse largo y corto, según las condiciones de cada momento, con lo que se evita llevar dos pantalones. Forro polar tipo chaqueta, con cremallera frontal, de gramaje intermedio es una buena opción. Evitar que sea muy justo y no dificulte la movilidad. Que tenga capucha es opcional.
Una chaqueta exterior impermeable y transpirable completa la ropa para caminar. Este tipo de tercera capa, junto con la funda impermeable de la mochila, nos evitará cargar con una capa chubasquera para la lluvia, un elemento que añade peso y volumen al equipaje.
A pesar de su importancia, los calcetines suelen ser los grandes olvidados. Hay que pensar que unos malos calcetines pueden arruinar nuestra aventura, aunque llevemos el mejor modelo de calzado. Rozaduras y ampollas casi siempre tienen su origen en los calcetines. Hay que invertir en unos calcetines técnicos diseñados para trekking, con distinto tipo de tejido, refuerzos y otras características, como capacidad antiarrugas para evitar esas lesiones. Los calcetines del peregrino no deben ser demasiado gruesos, pues el verano en España es bastante caluroso.
Un sombrero para el sol es mejor que la clásica gorra, pues aparte de la cabeza, el ala cubre la parte posterior del cuello, algo que no hacen las gorras de visera. Por sus escaso peso y volumen, así como por su polivalencia –se utiliza para proteger el cuello, pero también puede sustituir a un gorro en momentos de frío y hacerse badana para retener el sudor en la frente– el buff o braga de cuello es muy aconsejable. Las personas demasiado frioleras pueden incluir guantes y gorro ligeros, aunque es posible que no lleguen a utilizarlos.
La ropa de repuesto, aparte de un par de mudas, exige dos camisetas como máximo, dos pares de calcetines y un bañador. No hay que llevar más, pues las prendas sucias se pueden lavar durante el recorrido. Unas hawaianas evitan llevar dos pares de zapatos: además del que se usa para caminar, otro para descansar el pie acabada la caminata diaria y un tercero para la ducha. Ligeras, de escaso peso y poco voluminosas, este tipo de sandalia puede utilizarse para la ducha y para las horas de descanso al final de cada jornada.
Puede parecer poca ropa, pero hay que tener en cuenta que a lo largo del Camino, se puede comprar cualquier prenda que se necesite. Mucho mejor que acarrear desde el inicio de la ruta ropa de repuesto que tal vez no llegue a utilizarse.
Ni grande ni pequeña, con la capacidad justa. Es frecuente ver a peregrinos con voluminosos macutos, que lo único que hacen es incitar a llenarlos de cosas que no son imprescindibles. Un modelo de tamaño medio, entre 45 y 60 litros es suficiente. Existen en el mercado una infinidad de modelos. Son recomendables los de espalda ergonómica, que permiten la ventilación. El sistema de correaje tiene que ser ancho y mullido, en especial en las hombreras. Debe tener cinturón central y cinta pectoral, esta para evitar que la mochila se mueva o se desplace hacia atrás en exceso durante la caminata.
El tejido exterior debe ser resistente a los roces y desgarros y, por supuesto, impermeable. No está de más llevar una funda impermeable para cubrir la mochila los días de lluvia, algo que garantiza que el agua no entre por la boca del macuto o cualquier apertura mal cerrada. Que tenga una boca ancha o una segunda apertura en la parte inferior es otra característica interesante. La tapa superior tiene que tener un bolsillo, en cuyo interior se transportan las cosas necesarias durante la caminata, como las gafas de sol, la crema de protección solar, la documentación, etcétera.
A la hora de hacer la mochila, la distribución de las cosas en su interior es muy importante. Hay que colocar el saco al fondo, los objetos más pesados en el centro, la ropa de repuesto en la zona de la espalda y lo demás encima, como la comida de ataque, gorra, etcétera. Esto permite que el peso esté equilibrado en la marcha y facilita el rápido acceso de lo más necesario sin tener que deshacer el macuto.
Al contrario de lo que hacen los protagonistas de la mencionada serie televisiva, se debe evitar llevar cosas colgadas por fuera de la mochila. Es incómodo, pues se mueven al caminar, pueden engancharse y perderlas. La colchoneta enrollable es, por su tamaño, lo único que escapa a esta norma. Si se lleva, algo que no es necesario si se duerme en albergues, hay que atarla a una de las correas laterales lo más enrollada posible.
Ya lo hemos dicho, lo habitual es dormir en albergue. Hasta la aparición de la pandemia, esto permitía prescindir de los dos elementos más voluminosos, y de los más pesados, de todo el equipaje del peregrino: saco y colchoneta. Las normas anticovid han hecho retirar sábanas y mantas de los hospedajes del Camino, teniendo que llevar los romeros su propio saco. Es conveniente llevar también un saco-sábana, que protege de olores y manchas al saco principal y, en lugares muy calurosos, es suficiente para dormir.
La colchoneta es prescindible, siempre que se elija dormir en albergues. Si no es así, las más manejables son las de PVC o material similar, que se transportan enrolladas en el exterior de la mochila. Los modelos autoinflables son más cómodos que las planchas enrollables, pero también más pesados, el mecanismo de inflado puede romperse y, según pasan los días, cada vez es más esforzado sacarles todo el aire, lo que añade peso y volumen al equipaje.
Elegir los productos para la limpieza personal suele ser un quebradero de cabeza para los romeros. La lista de productos es tan amplia, que el neceser termina por ser lo más pesado del equipo. Todo depende de cómo sea cada uno, pero nuestra experiencia personal a lo largo de varios caminos compostelanos, nos hace recomendar ser igual de austeros que con el resto del equipaje. Un jabón polivalente, como el reconocido Lagarto, es suficiente para mantenerse limpios, incluyendo el cabello, además de servir para lavar mudas y camisetas de repuesto. Elección espartana, sin duda, pero que agradecerán nuestras espaldas a medida que avancemos hacia Compostela.
Quienes no sean capaces de semejante renuncia, deben recurrir a los mínimos botes que se utilizan para llevar gel y champú en las cabinas de los aviones, sin olvidar otro con detergente para la colada. Una toalla, de microfibra ligera y de tamaño para manos, no de baño, cepillo de dientes y dentífrico en bote pequeño completan el neceser.
Respecto al botiquín hay que recordar que hacer el Camino no es irse de expedición al Himalaya o a las selvas tropicales; que al final de cada etapa, hay una población y, en ella, una farmacia donde puede comprarse todo lo que haga falta. Sí es conveniente llevar en la espalda un mínimo reservorio de artículos compuesto por: analgésico (aspirina o paracetamol); kit para ampollas y rozaduras que incluya Compeed, tiritas, aguja de coser, hilo y aguja; antiséptico desinfectante para rozaduras, heridas y ampollas; esparadrapo, gasas y venda; antidiarreico y laxante y antihistamínico, tópico y oral, contra las picaduras de los pequeños invertebrados, como mosquitos y arañas.
No son estrictamente elementos del botiquín, pero su uso hoy es obligado, por lo que no pueden faltar en el equipaje: crema solar con protección UVA, UVR e IR, al menos de factor 25, barra labial protectora y vaselina para evitar rozaduras en sobacos, pezones, nalgas, ingles y pies.
Olvidado el ancestral bordón caminero, los bastones son compañeros habituales de la inmensa mayoría de quienes marchan a pie hacia Santiago. A su uso como complemento y apoyo de la caminata, se ha añadido en los últimos años su papel como símbolo inconfundible del peregrino compostelano. Por su ligereza y comodidad, los mejores son los modelos de trekking con mástil telescópico, que permite plegarlos cuando no se utilizan.
En el apartado de documentos, junto con el carnet de identidad, la tarjeta sanitaria y el carnet de conducir, la covid ha hecho obligado la tarjeta de crédito, aunque no evita llevar una pequeña cantidad de dinero en efectivo, pues en algunos puntos rurales es la única manera de pagar. La Compostela, credencial de los peregrinos que debe sellarse en cada albergue y fin de etapa, también lo es, pues se exige en algunos albergues para pasar la noche.
Un bolígrafo personal también se ha hecho obligado por la pandemia. Un pequeño cuaderno de viaje no está de más. Teléfono móvil con batería de recambio y cargador completan el listado imprescindible. Navaja multiusos, a ser posible con tijeras, (si no, hay que llevarlas aparte), un par de bridas, otro par de pinzas de la ropa y dos metros de bramante o cuerda fina para tender la ropa, papel higiénico, compresas y salvaslip en su caso y desodorante son elementos que tampoco deben faltar. El agua es algo que debe tenerse muy en cuenta. Aunque abundan las fuentes a lo largo del recorrido, siempre hay que llevar en el equipaje una cantimplora. Un modelo de dos litros de capacidad es la opción adecuada.
El último apunte debe referir el último añadido imprescindible en el equipaje del peregrino: mascarillas higiénicas e hidroalcohol. Respecto a las primeras, conviene llevar una pequeña provisión de reserva, convenientemente guardada en un envoltorio impermeable, y teniendo en cuenta las horas máximas de uso hasta la pérdida de su efectividad, así como una hipotética escasez de este artículo en determinados lugares. Este problema no parece afectar tanto al líquido desinfectante, lo que permite que sea suficiente transportar una pequeña cantidad suficiente para unos pocos días.