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Chinchón es mucho más que su plaza. Una forma de disfrutarlo a tope es desde la famosa habitación única del Parador, un placer. A un paso, la plaza de Chinchón con sus 234 balcones. Y una sugerencia de ruta, tras los pasos de Goya por las calles más típicas. El pintor tuvo casa aquí, debido a su amistad con el infante don Luis, conde de Chinchón. En su cuadro La condesa de Chichón retrata a la hija del infante.
A 74 kilómetros de Madrid –por autovía y a menos de una hora– hay un pueblo que ofrece cultura a través de las huellas de Picasso y del Marqués de Santillana, medievo y cocina contundente: judiones, cocido y carnes de la sierra. Todo ello bañado por uno de los ríos claves para la capital: el Lozoya. Se trata de la localidad Buitrago del Lozoya, perfecta para una escapada de 24 horas o de fin de semana.
La Hiruela, Puebla de la Sierra, Prádena del Rincón, Horcajuelo y Montejo. Son cinco joyas secretas, a poco más de una hora de Madrid, en la sierra más desconocida de la Comunidad, la del Rincón. Pueblos chiquitos, entrañables, que han convertido un déficit –eran conocidos como la sierra pobre que rodeaba a la capital– en un valor muy apreciado. Ahora con rincones hermosos, rodeados de paisajes bucólicos que hacen soñar a los ciudadanos de la multitudinaria capital con una vida mejor. En las dos décadas del siglo XXI, además, han logrado compatibilizar cultura, tecnología y vida sana. No es cuestión de perderlos. Míralos.
Puerta de entrada del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, este pueblo de la sierra madrileña merece visita aunque solo sea por el Monasterio de El Paular y sus alrededores. Pero si además tienes la suerte y la valentía de patearlo bajo una nevada, será inolvidable. Así lo hicimos nosotros y el resultado ahí lo tienes. Cuando el manto blanco cubre el pueblo y sus montañas, no hay palabras.
Quizá por cercanía o por su gran dimensión, San Lorenzo del Escorial a menudo se deshecha a la hora de planear unos días lejos de la rutina. Sin embargo, tan solo la vista del palacio desde la carretera 505, antes de caer sobre el puente que atraviesa el pantano de Valmayor, ya promete cosas buenas. Denostado por escritores extranjeros y ensalzado por los libros de texto patrios, el monasterio conforma una visita que impacta y enseña. El jardín que lo rodea, con sus árboles frutales, sus cigüeñas y sus toros de lidia dan para otra tarde. También hay que entrar en la biblioteca –quizá la más bella del país–, bajar a la cripta de los reyes, caminar hasta la silla de Felipe II y sentarse en alguna de las terrazas del centro del pueblo a celebrar lo que se pueda.
Pero si lo que pide el cuerpo del lector es naturaleza pura, exprimir lo que queda el otoño y sus colores: San Agustín de Guadalix. La ruta de la Cascada del Hervidero hasta Pedrezuela, atravesando los acueductos de la Sima y la Retuerta y siguiendo el curso del río es una buena opción, ahora que las chorreras todavía no están congeladas. En el trazado primitivo del Canal de Isabel II y flanqueado por fresnos y alisos, se olvida que el centro de la ciudad se encuentra a apenas una hora en coche.
Enclavado en la Sierra Norte de Madrid se encuentra el municipio de Bustarviejo. Allí Laura Martínez, Carlos Suárez y Christian González trabajan tres jóvenes que, al contrario de la mayoría de su generación, se dedican al sector primario. Carlos y Christian desde la huerta y Laura con su rebaño de cabras demuestran que el comercio de proximidad y otra forma de vivir sí es posible en 2020. Los primeros gestionan desde hace siete años 'La huerta de Abril' y 'La huerta de las Flores', dos explotaciones artesanas en las que se pueden encontrar incluso frutas tropicales y donde el tomate es el rey. Además, organizan cuatro veces a la semana un mercado a pie de huerto al que acuden familias y hosteleros. Laura es veterinaria y, junto a su pareja Mamadú Dieye, pastorea 150 cabras, cuya leche utiliza Concha Martínez, su socia, para elaborar quesos y yogures. Así de sencillo y de natural funciona 'La Caperuza'.
De chocolate blanco, de fresa, de oreo, glaseadas con un almíbar preparado con pulpa de albaricoque... las palmeritas de 'Pastelería De la Torre' ya son una institución incluso fuera de la Comunidad de Madrid. La localidad de Morata de Tajuña se encuentra en el sureste de la región y allí Lola de la Torre y José Rhodes elaboran una a una las palmeritas que han llegado hasta la reina emérita.
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