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Tras la Guerra de Troya, cuenta la leyenda que Menestheo vagó durante años por el Mar Mediterráneo hasta encontrar la desembocadura del río Guadalete. Este paraje de lleno de posibilidades para el comercio y tierras fértiles dejó impresionado al caudillo ateniense, que terminó por hacerlo suyo y fundó una ciudad a la que llamó Puerto de Menestheo. Como esta, otras muchas historias difusas han contribuido a construir un pasado lleno de embrujo en torno a El Puerto de Santa María, una ciudad con aristas suficientes para cumplir con las expectativas de todos los que opten por acercarse a sus riberas. Pasen y vean.
El muelle de San Ignacio es todavía conocido por los portuenses como muelle de las Galeras, en recuerdo de los barcos reales que fondeaban en el Guadalete para defender la costa. Hoy es el punto de atraque del catamarán que une El Puerto y Cádiz por mar. Esta embarcación sustituye al célebre 'Vaporcito', que permanece relegado desde el accidente que sufrió en 2011.
El trayecto, que cuesta 2,64 euros, se adapta perfectamente al bolsilllo de estudiantes y trabajadores que a diario utilizan este medio de transporte con capacidad para 150 pasajeros como línea regular entre las 8.00 y las 21.00 horas. Ahora en primavera, muchos turistas se suman a la experiencia de atravesar la Bahía desde sus cubiertas, con la caricia de la brisa marina en la cara y un olor penetrante a sal.
A una velocidad máxima de 20 nudos, tendrás la oportunidad de otear el Puente de la Constitución de 1812 en el horizonte y recrearte en la curiosa convivencia entre pequeñas barcas de pesca y los enormes cruceros que se dan cita en el puerto de Cádiz. Todo en 30 minutos.
Ser la ciudad más antigua del Mediterráneo occidental y una de las ruinas fenicias mejor conservadas del mundo son dos buenas razones para acercarse al yacimiento de Doña Blanca, a tan sólo 12 kilómetros de El Puerto. Lo que a primera vista parecen unas simples piedras, son en realidad el vestigio de tres ciudades fenicias construidas una sobre otra entre los siglos VIII y III a.C. La misma civilización que fundó Cádiz (Gádir) hace casi 3.000 años y que fue abandonada tras la Segunda Guerra Púnica.
Laura Gálvez es guía turística del yacimiento desde hace 15 años. A pesar del tiempo, aún sigue contando la historia de este lugar con la misma ilusión que el primer día. Ella nos acompaña por esta colina amesetada mientras nos recuerda que todos los campos que ahora vemos a nuestro alrededor estaban ocupados por el mar. “Los fenicios fueron grandes comerciantes y navegantes, y todo apunta a que esta ciudad, en la que vivieron entre 1.500 y 2.000 personas, se convirtió en un estratégico puerto comercial. Era tal su importancia, que estaba protegido por tres murallas y bastiones que alcanzaban un diámetro de 22 metros”, explica Laura.
Entre las ruinas se reconocen algunos de los hornos que utilizaban los fenicios, las piletas dedicadas al salazón del pescado o el lagar donde los fenicios pisaban la uva y producían mosto y vino. También es fácil distinguir las calles que separaban las viviendas, cuya piedra procedía de la cercana Sierra de San Cristóbal. “A la gente le gusta la anécdota de que esta misma sierra fue cantera para la construcción de la Catedral de Sevilla y el Hospital de las Cinco Llagas”, cuenta Laura. La guía se despide con la esperanza de que pronto puedan excavarse más zonas del yacimiento. “Aquí tenemos un gran tesoro y solo hay un 5 % descubierto”.
"Cada jugador toma su Oca-Toro y se mueve / según a dónde el tiro de los dados lo lleve./ Quien marque al primer tiro 5 y 4, de un salto / en la casilla número 26 hará un alto", rezan las instrucciones a modo de poema que ideó Rafael Alberti en Roma, allá por 1972. La Fundación Alberti, que ocupa una vivienda blanca de la calle Santo Domingo donde el poeta vivió de los siete a los 14 años, custodia con celo la caja primigenia de latón donde se guardaba la tablilla de madera serigrafiada sobre la que bailaban los coloridos gallos con cornamenta que nacieron de la imaginación del portuense.
"Fíjate bien en las casillas", recomienda Concha Fernández señalando algunos detalles de la reproducción que se enrosca en el suelo de la planta superior alrededor de un pilar. "Cada casilla representa un momento de la lidia. Alberti convirtió este juego infantil en una corrida azarosa donde una tirada puede decidir qué sucede en los tercios", explica la mujer que cuida con mimo desde hace una década la que fue biblioteca privada del autor. Le acompaña el secretario, Enrique Salvador Pérez, quien no duda en recordar la pasión de Alberti por la tauromaquia. "En los años 20 no existían esos complejos que tenemos hoy asociados a las ideologías políticas", matiza. "Él fue siempre un gran aficionado y, aunque muy pocos lo recuerden, el 14 de julio de 1927 llegó a vestirse de luces e hizo el paseíllo en la cuadrilla de Sánchez Mejías en la plaza de Pontevedra, narra".
Si la inmersión en el universo de Alberti ha despertado en ti una pasión dormida, puedes continuar tu ruta hasta la Plaza Monumental, sobre la que el torero Joselito El Gallo llegó a decir: "Quien no ha visto toros en El Puerto, no sabe qué es un día de toros".
"Hace más de 120 años que se llevan celebrando corridas en la Plaza Real y la temporada más triunfal hasta el momento ha sido la del año 1966, en la que se cortaron 39 orejas y 12 rabos, se abrió 15 veces la puerta grande para que salieran a hombros ocho de los 11 toreros que realizaron el paseíllo", enumera de un tirón Rafael Gómez desde el mostrador de las Bodegas 'R.F. Cárdenas'. Es el padre de Macarena, la actual propietaria de este pequeño establecimiento cercano a la plaza de toros donde se rinde culto a la Fiesta y se despacha Monge, un vino en rama criado bajo velo de flor, con el método tradicional de criaderas y soleras.
"Nosotros no podemos acogernos a la denominación de origen de la zona, porque no lo hemos sometido al proceso de estabilización, clarificación y filtrado previo al embotellado, pero te garantizo que esto es casi una reliquia", comenta al primer trago de fino. "El vino en rama hay que tomarlo bien frío con un poquito de queso o buen jamón", recomienda.
En la segunda mitad del siglo XV, el castillo de San Marcos pertenecía a los duques de Medinaceli y era sede del cabildo de la villa. "La fortuna de Luis de la Cerda era de sobra conocida, por eso Colón decidió visitar El Puerto de Santa María y pasó aquí una temporada mientras estaba planificando su empresa", nos descubre Verónica, guía del complejo monumental. "El duque, después de escucharlo, decide ofrecerle barcos y marineros a cambio de que la expedición partiera de aquí pero, como ya sabéis, no pudo ser", explica a un grupo de escolares que sigue la narración con la intriga de quien todavía no ha frecuentado demasiado los libros de Historia. "La reina Isabel hace una propuesta en firme al genovés en el campamento de Santa Fe, durante el asedio de Granada, y pactan que salga desde el puerto de Palos. Así La Católica evitaba posicionarse y fomentar las rivalidades entre Luis de la Cerda y el Duque de Medina Sidonia, que también se había ofrecido para financiar el viaje", resuelve.
A uno de los chiquillos le asalta una duda: "¿Y la Santa María? Mi señorita dice que era de aquí...". Verónica trata de desmentir con elegancia a la profesora de este alumno aventajado. "Bueno, no exactamente. Al final, el duque decidió contribuir a la causa, aunque fuese en menor medida y aprovisionó a un barco llegado de Cantabria con vino, agua y alimentos imperecederos. Esta era la Santa María, que ha sido recordada históricamente por el nombre del puerto en el que recibió suministros", aclara. Su propietario, Juan de la Cosa, fue piloto de Colón en 1492 y ocho años después, trazó aquí el primer mapamundi que incluye América.
Estas historias de navegantes se digieren mejor con una copa y vistas a los muelles. La elección perfecta está en la plaza de las Galeras, donde Alfonso Pombo regenta 'La Cristalera'. Esta terraza que la mayoría recordará más de noche que de día, busca su sitio también entre las cafeterías. "Nosotros capitaneamos la marcha nocturna de la Ribera", reconoce con entusiasmo Pombo, la segunda generación al frente de este establecimiento, que se enfrenta al reto de atrapar clientela también a plena luz del día. "Eso no es problema, el que tiene clase, la conserva sea la hora que sea", solventa.
No le faltan razones para presumir. "Felipe, cuando todavía era príncipe, fue un habitual de nuestra barra durante las regatas naúticas y como él, muchas caras conocidas. Hace dos días, estaba ahí sentada Mariló Montero", cuenta mientras con un gesto de cabeza dirige nuestra mirada a una silla cercana. El actual monarca no ha sido el único Borbón que ha escogido El Puerto como lugar de descanso. Esta ciudad fue también la residencia oficial de verano de Felipe V.
Puerto Sherry está considerado uno de los mejores puertos deportivos del sur de Europa. Con más de 3.200 horas de sol al año y una marina con 842 amarres se ha convertido en uno de los mejores lugares para el entrenamiento de deportes naúticos. "El equipo olímpico de vela de Reino Unido ha estado preparando su pretemporada aquí hasta hace unos días", comenta la responsable de comunicación, María Rodríguez.
Los 167 metros de largo de su playa asfáltica acogen una extensa oferta de ocio para todos los públicos, que comprende actividades tan variadas como zambullirse en un bautismo de buceo, tomar una copa en el poblado marinero, vivir conciertos y exposiciones de pintura al aire libre e incluso se celebrará un desfile de moda en junio.
La compañía naútica 360 Sail permite alquilar uno de sus veleros al atardecer para realizar un recorrido de una hora y media por la Bahía de Cádiz. Después de contemplar la puesta de sol con una copa de cava, podrás pasar la noche en el camarote doble del barco.