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Los encantos de Ribadesella van más allá de sus piraguas.

Qué ver y dónde comer en Ribadesella (Asturias)

Ribadesella más allá de las piraguas

Actualizado: 27/09/2021

Fotografía: Josetxu Carazo

Pese a que la pandemia ha truncado por dos años consecutivos la emoción de la fiesta, es al Descenso Internacional del Sella al que debe la fama esta villa del oriente de Asturias, en la que confluyen el mar, el río y las montañas. Con o sin competición, hay mucho por descubrir en Ribadesella, tal vez una de las más bonitas, activas y apetitosas joyas del Principado, ideal para visitar en estos días.
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Desde lo alto del Monte Corberu, a los pies de la Ermita de la Guía, el pueblo parece pequeñito, recostado sobre la última curva de un río que se vierte de pronto en el mar y bajo el telón de unos picos escarpados que recortan el horizonte. Una imagen en la que nada desentona. Todo resulta armonioso en este concejo de Asturias, encajado entre Llanes y Caravia.

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Qué ver en Ribadesella

Ribadesella vive entre los embates de un Cantábrico casi siempre enfurecido y la serena quietud de los prados, entre el tímido calor de la playa y el viento fresco de la montaña, entre el latido cosmopolita de la ciudad y el ritmo pausado de la aldea. Es en estas dualidades donde reside el encanto de esta villa que, a pesar de su reducido tamaño, llegó a ser uno de los más importantes puertos del norte de la península.

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Así al menos lo cuenta la llamada Ruta Histórica del Paseo de la Grúa, una suerte de museo al aire libre que, con los dibujos del gran humorista gráfico Antonio Mingote y el guion del escritor local, Toni Silva, retrata los momentos cruciales del concejo. Este simpático relato, inaugurado en el año 2007, está compuesto por seis grandes murales de cerámica en tonos azules y sepia.

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Grandes hitos de la villa

En ellos se da cuenta de las distintas etapas de Ribadesella, como la colonización por la Roma Imperial en el año 19 antes de Cristo o el esplendor de la Alta Edad Media, cuando en las aguas de la bahía se amontonaban los pescadores dispuestos a arponear a la bestia. Eran los tiempos de la famosa caza de la ballena, actividad que se practicó en esta costa hasta bien entrado el siglo XVII y que dio lugar a una pujante industria: aquella que aprovechaba la grasa de los cetáceos para elaborar el combustible con el que ardían las lámparas de toda Europa antes del uso del petróleo.

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También en los murales de Mingote se narra el inicio del deporte que marcará para siempre a este lugar: el piragüismo, que nació en 1930 como una mera excursión y que hoy es una de las competiciones más importantes del planeta desarrolladas en el curso de un río.

El Descenso del Sella (o Les Piragües en asturiano) se celebra el primer sábado de agosto y consiste en una carrera de canoas entre Arriondas y Ribadesella, a lo largo de unos 20 kilómetros repletos de rápidos, curvas y cambios de nivel. Hasta aquí la parte deportiva. Porque también es una auténtica fiesta, declarada de Interés Turístico Internacional, con gran celebración popular, música en vivo, barras en plena calle y muchísima animación.

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Como con otros muchos otros festejos, la pandemia ha impedido que se lleve a cabo este evento en las dos últimas ediciones. Nada que prive a los piragüistas de seguir ejercitando sus brazos en cualquier época del año. Raro es el día en que el Sella no amanece salpicado de canoas en distintos puntos de su trayecto. Incluso hay empresas como Montañas del Norte que organizan salidas en grupo.

Paseos aristocráticos

Los menos activos siempre tendrán refugio en las playas, si no para repanchingarse al sol (es lo que tiene este clima) sí para dar hermosos paseos. Por la de la Atalaya, a la que se accede desde el casco urbano, pero sobre todo por la de Santa Marina, el alma de la ciudad, enmarcada por aquellos palacetes del siglo XIX que son la herencia de cuando el Cantábrico era el balneario de la aristocracia.

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Uno destaca especialmente, visible desde el paseo marítimo que lleva por nombre Princesa Letizia en honor a la hoy reina, que pasó en este pueblo los veranos de su infancia. Se trata de Villa Rosario, una auténtica virguería de la arquitectura indiana: torres asimétricas, tejados de tejas vitrificadas con forma de escamas y una fachada tan azul como ese mar al que se asoma.

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Construido en 1914 por Antonio Quesada, un almacenista de tabaco que había hecho fortuna en Cuba, hoy no sólo es el hotel más elegante de Ribadesella sino que también alberga uno de los restaurantes mas solicitados del momento: 'Ayalga', comandado por el chef Marcos Granda, creador de otros conceptos de éxito como 'Clos', en Madrid, y 'Skina' y 'Nintai', en Marbella.

Al lado de Villa Rosario se yergue imponente otra casa de tonos ocres. Es la perteneciente a la familia Uria Aza, cuyos hermanos, artistas ellos, son los responsables de las esculturas del jardín así como de las espectaculares pinturas que decoran la bóveda de la cercana iglesia de Santa María Magdalena.

Dónde comer en Ribadesella

Así se inicia un bonito recorrido arquitectónico que continuaría en el casco histórico, donde encontramos singulares edificios del siglo XVI al XIX con escudos y blasones familiares. Pero ya que estamos aquí, va siendo hora de conocer la riqueza gastronómica de esta villa, famosa por su rica despensa de productos del mar, del río y de la huerta local y por su histórico recetario de tradicional cocina asturiana.

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No hay que perderse sidrerías como 'La Guía', para unas ricas fabes; el 'Tarteru', para un cachopo delicioso o 'El Campanu', que es todo un clásico del centro. Pero conviene desplazarse a los alrededores para degustar un arroz con pitu en la estupenda finca de 'El Molín de Mingo' o aventurarse a descubrir dos grandes templos culinarios: 'La Huertona' (2 Soles Guía Repsol) con una carta elaborada cada día en función del producto fresco de temporada; y 'Güeyu Mar', (1 Sol Repsol), considerado uno de los mejores restaurantes de pescado a la brasa del país, como deja adivinar el enorme pez de su fachada en plena playa de Vega. Ya puestos, conviene rematar la comida con un exquisito coctel en la terraza contigua, con vistas a las dunas y los acantilados.

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Viaje al fondo de la tierra

Explorados ya los placeres terrenales de Ribadesella, hagamos una incursión en sus profundidades, donde también la villa tiene mucho que ofrecer. Nada menos que uno de los grandes santuarios de arte paleolítico de Europa, materializado en la Cueva de Tito Bustillo, incluida por la Unesco en la lista de Patrimonio de la Humanidad.

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También está la Cuevona de Ardines, una inmensa cúpula geológica con muestras de arte rupestre, y la Cuevona de Cueves, una espectacular cavidad natural de 250 metros de longitud, por la que se introduce la propia carretera que conecta con el pueblo de Cuevas del Agua. Como si de un túnel se tratara, los coches avanzan entre las estalactitas y estalagmitas milenarias en esta conjunción perfecta de la naturaleza y la mano del hombre.

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