Compartir

No te pierdas ningún destino

Crea tus rutas, encuentra y guarda los mejores destinos con nuestra App.

Descargar app
{{title}}
{{buttonText}}
Plaza Zorrilla Valladolid

Planes en Valladolid: qué hacer y ver

Una ciudad en la que el patrimonio asoma en cada rincón

Actualizado: 13/04/2022

Fotografía: Iván Tomé

Valladolid ofrece múltiples atractivos turísticos y patrimoniales para complementar las visitas culturales y religiosas. La Semana Santa es uno de los periodos que más visitantes congrega, aunque también hay que conocer los lugares imprescindibles de la ciudad y saber qué ver para sacar el máximo provecho a la escapada, priorizando los paseos por sus calles más céntricas y descubriendo auténticos oasis de paz entre la urbe.
Descárgate la App, acierta con tus planes y gana premios
Descargar app

Dicen que Valladolid engaña. Que el visitante se espera una ciudad pequeña y con poco que ver, dado que no tiene una catedral que salga en el reverso de las monedas o una referencia que capitalice el turismo. Basta con caminar por ella para constatar que en cada rincón se asoma patrimonio de gran valor, edificios de inmenso bagaje cultural o lugares de trascendencia histórica. Tampoco escapan a la vista emblemas como el Campo Grande -jardín de retiro para los pucelanos-, la plaza Mayor, la inconclusa -pero bella- catedral o la majestuosa fachada de la iglesia de San Pablo. La Semana Santa y sus solemnes y artísticas procesiones suponen un gran motivo para viajar a la ciudad y encontrar rincones e historias que permiten regresar a casa con un recorrido completo en la retina del forastero.

alt

1. Entorno de la plaza Mayor

Hasta los guías turísticos de pacotilla saben contar alguna batallita de este lugar, como aquel incendio de 1561, coronado por la estatua del Conde Ansúrez, patrón de la ciudad. Una vez observado este conjunto rematado por el Ayuntamiento, donde alguna de sus clásicas cafeterías puede servir para coger fuerzas de cara al paseo, cabe descender por la calle de la Pasión hacia la plaza de Santa Ana. En esos metros se aprecian vestigios de la arquitectura local, con balcones cuidados que dan a una plaza oxigenada por magnolios, refrescada por una fuente y con un convento que pasa desapercibido hasta para los vallisoletanos, pero que esconde dos cuadros de Goya y una escultura del autor Gregorio Fernández, que también deja su sello en las procesiones de Semana Santa.

alt

A la derecha, a un minuto, se llega a la plaza del Poniente, uno de esos jardines urbanos con parques y atracciones infantiles para que mayores y pequeños descansen mutuamente de su compañía. La arboleda destaca especialmente en otoño por los marrones y verdes de sus hojas, pero igualmente en primavera brillan los bloques de hierro de sus partes elevadas y la cercanía de la Rosaleda y el río.

alt

2. Aquí sí hay playa

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, la ciudad dispone de un arenal que en verano concentra a quienes se resignan por no poder colonizar Suances o Comillas (Cantabria), patria chica del mesetario recalentado. El contiguo parque de Las Moreras, con múltiples ejemplares vegetales y un amable paseo junto al cauce, deposita en la playita, donde los patos están tan acostumbrados a los foráneos que hasta posan en las fotos.

alt

Para los marineros de agua dulce, el barco Leyenda del Pisuerga recorre el río para explicar la historia de la urbe. Justo al fondo se ve el puente Mayor, el más antiguo de Valladolid, frente al altísimo edificio del Duque de Lerma, personaje histórico como valido de Felipe III y artífice de que trasladara a estas tierras la capital del reino, entonces en Madrid. El honor duró entre 1601 y 1606 y aún enorgullece a los vallisoletanos, con muy buena memoria cuando se trata de afrentas históricas.

alt

3. La vieja judería y el viejo coso

De vuelta al adoquín, la iglesia de San Agustín precede al museo del Patio Herreriano, hogar de exposiciones de arte moderno. El exterior invita al reposo antes de lanzarse a verlo, donde, además del arte, muestra un conjunto arquitectónico digno de ver. En la otra cara del bloque se ubica la iglesia de San Benito, que en su día tenía un bloque más de altura pero se tuvo que retirar por su inestabilidad. Ese entorno de callejuelas estrechas y algún pequeño convento conserva algunos restos de la judería vallisoletana, cuyo legado retrató como nadie el escritor Miguel Delibes, vallisoletano de pro, en El Hereje. El novelista permite comparar aquellos tiempos con los actuales en esas casas bajas donde antaño había talleres y establos.

alt

Un poco más adelante, casi escondida entre las viviendas de la zona, reposa la plaza del Viejo Coso, un recinto octogonal con solo dos entradas y que antaño fue una plaza de toros. Los afortunados que residen allí, en bloques de ladrillo naranja y barandillas de madera por donde trepan las hiedras, tienen ante sí tejos antiquísimos y un refugio en el que a veces ni reparan los locales.

alt

4. La exuberancia de San Pablo

Vale, hemos dicho que iríamos más allá de los referentes de Valladolid, pero los pasos llevan -sí o sí- a esta soberbia fachada, restaurada con mimo, cuyos detalles se aprecian mejor disfrutándola con calma. A su derecha, en el edificio actual de la Diputación, un par de placas mencionan unos personajes quizá conocidos: una tal Isabel la Católica, un tal Fernando de Aragón y el jovencito Felipe II. Este, de bebé, salió por la ventana para ser bautizado en la monumental San Pablo, pues de haber sido sacado por la puerta le correspondería otro templo. Cosas de dinastías europeas, eso sí, con buen gusto.

alt

Más adelante, a la izquierda, casi pasa desapercibida una escultura de Eduardo Chillida al poeta vallisoletano Jorge Manrique, enfrente del estupendo Museo Nacional de Escultura y a unos pasos de la despampanante fachada de San Gregorio, magnífica por fuera y excelsa por dentro. Bien vale detenerse o entrar para empaparse de este legado cultural.

alt

5. Mitos vallisoletanos

Un carrusel de personajes históricos han pasado por Valladolid. Allí nacieron la poeta Rosa Chacel o las actrices Concha Velasco o Lola Herrera, mientras que otros clásicos también dejaron su impronta. Cristóbal Colón murió allí en 1506 y cuenta con una casa-museo en su honor, al igual que el dramaturgo José Zorrilla, nacido en la ciudad en 1817. Este le ha dado su nombre a un estadio de fútbol y a la residencia donde habitó, con 16 larguísimos cipreses, un reposado patio y unas salas más que recomendables. Miguel de Cervantes Saavedra vivió en Valladolid y se dice que estuvo implicado en una pelea con resultado mortal, todo mientras pulía El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

alt

6. La Antigua, la catedral y compañía

Las dimensiones del centro de Valladolid permiten que, casi sin querer, se llegue a la iglesia de la Antigua, de donde emergen alguno de los reconocidos pasos religiosos que pasan junto a una realista escultura de un nazareno. Alzar los ojos lleva a ver la catedral incompleta por Juan de Herrera, de quien la ya mencionada memoria pucelana se acuerda en arameo, pues la dejó antes de iniciar el Monasterio de El Escorial. Muy cerca se encuentra también la plaza de la Universidad, la histórica catedral de Derecho o el bar ‘El largo adiós’, que vivió en 1981 un episodio truculento por parte de unos jóvenes ultraderechistas que dispararon a los clientes, habitualmente progresistas. Nadie murió y hoy el local mantiene un sello de época y una paz imperturbable.

alt

7. Un ‘gintonic’ a la parisina

La clásica Pucela cuenta también con rincones de esparcimiento y refresco -¿cómo no?-, amables para la vista. El Pasaje Gutiérrez, de estilo francés de finales del siglo XIX, concentra, en apenas 70 pasos -a zancada de este autor-, varios garitos de moda de decoración diversa, pero unidos por el pasillo que los conecta, pulidos al detalle, con tonos verdes, gran luminosidad y una estatua en el medio. Las mesas de fuera están aderezadas con viejas máquinas de escribir y los combinados saben mejor bien rodeados.

alt

8. Campo Grande y calle de Santiago

Sí, resulta ineludible pasear por esta ciudad sin acercarse al Campo Grande. Este reino de patos, pavos reales, ardillas y árboles da aire a los vallisoletanos y el Delibes esculpido para siempre frente a su portón principal lo tenía como su oasis de libertad. La plaza de Zorrilla y los chorros juguetones de su fuente, las viejas casas señoriales de la acera de Recoletos y la monumental academia de Caballería integran un conjunto simpar en Valladolid, también decorado por unas jardineras con el nombre de la ciudad, para los más modernos o amantes del postureo.

alt

9. Secretos de la calle de Santiago

Esta vía comercial de Valladolid sería una simple calle llena de tiendas de firmas internacionales si no se fijara uno en sus detalles. A un lado, un desvío lleva al Convento de Las Francesas, con una sala de exposiciones que anticipa una plaza interior rebosante de detalles centenarios. Más adelante, en Santiago, casi en todo el centro, la iglesia de Santiago, destacada por una placa como un punto descrito en El Hereje. Para rematar, mirando al cielo, una estatua de un ave fénix que quiere volar, como si necesitara vislumbrar Valladolid desde los aires y ver renacer su esplendor histórico.

alt

Te puede interesar