Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Acantilados y dunas, landas costeras, marismas y la historia de un vuelo. Entre los municipios de San Vicente de la Barquera, Valdáliga y Comillas se dibuja un entorno donde las montañas de la Cordillera Cantábrica se abalanzan sobre un litoral de cantiles verdes y praderas donde pasta el ganado con las mejores vistas de Cantabria. Como estrías en este entorno natural se abren paso enormes rías donde el juego de mareas desvela sus marismas y marca el vaivén de las aves. “¿El Pájaro Amarillo?”, se pregunta el viajero al divisar las señales que aparecen por doquier y nos guían rumbo hacia una playa, la de Oyambre.
Cruzamos el icónico puente medieval de la Maza y dejamos el paseo por San Vicente de la Barquera para más tarde. Hoy brilla el sol y todo el que es del norte sabe que eso nunca se deja pasar, ya sea invierno o verano. La carretera nacional CA-236 asciende por la colina que hace de mejor mirador del Parque Natural de Oyambre. Desde el pueblo de Gerra contemplamos a poniente la localidad de San Vicente y su estuario, desnudado por la bajamar, con el telón de fondo de los Picos de Europa. Al este distinguimos una sucesión de cabos y bahías hasta la Punta Ballota, en Suances, además de bucólicas fincas y un largo arenal donde aterrizó el 14 de junio de 1929 el famoso avión El Pájaro Amarillo. Descubrimos su historia.
Habían pasado ya dos años desde que el aviador Charles Lindbergh consiguiera cruzar el Atlántico en solitario. Ya no había un gran premio por realizar semejante heroicidad, pero poco importaba eso al millonario francés Armand Lotti. Desde el vuelo de Lindbergh, más de un centenar de pilotos habían muerto tratando de cruzar en avión el Atlántico, por lo que el gobierno francés prohibió la realización de estos vuelos desde su territorio. Esto no impidió que Lotti desmontase su aeroplano, un Bernard 191 GR, y lo llevara en secreto hasta Inglaterra para partir en travesía marítima rumbo a Estados Unidos.
El magnate francés era tuerto y no podía pilotar en solitario, por lo que contrató a los aviadores Assollant y Lefévre para que lo acompañaran en la aventura. Lotti pintó su aeronave de amarillo para que fuera más fácilmente localizable y lo llamó L' Oiseau Canari. Para el resto del mundo: El Pájaro Amarillo.
La relación de peso y combustible era clave para lograr la hazaña de volar desde la playa de Old Orchard (Maine) hasta París. Ni un gramo extra estaría permitido en el avión. Sin embargo, durante la ceremonia de despedida, los aviadores no cayeron en que un individuo se montaba en el avión y se escondía en la parte de atrás de la carlinga. Era Arthur Schreiber, un desempleado norteamericano de 25 años que, como muchos, tenía el mismo sueño que Lotti, pero no la fortuna para hacerlo realidad. A las pocas horas del despegue el polizón se presentó a los otros tres tripulantes con una frase que ya es parte de la historia de este lugar. “Here I am” (“Aquí estoy” en inglés). Ya no hay marcha atrás, debió pensar Lotti, quien, para asegurarse la exclusiva periodística del relato, amenazó a Schreiber con tirarle del avión en pleno vuelo si no firmaba el escrito de renuncia a hacer declaraciones sobre la expedición.
Una terrible tormenta golpeó con fuerza al avión en la ruta, que se desvió tanto hacia el sur que terminó sobrevolando las aguas del Cantábrico. Tras 29 horas y un vuelo de 5.300 kilómetros desde Maine, a donde llegó El Pájaro Amarillo no fue a París, si no a Cantabria; a la playa de Oyambre.
Llegamos a esta playa de dos kilómetros de longitud situada en la parte occidental de la desembocadura de la ría de la Rabia. Aquí, un gran cinturón de dunas separa el arenal de las marismas donde paran aves como la garza real, el correlimos zarapitín o el ánade azulón. No es de extrañar que Lotti decidiera hacer su aterrizaje de emergencia en esta explanada en 1929 para asombro de los bañistas, que recibieron a la tripulación como héroes. Schreiber cumplió su promesa y no fue denunciado por Lotti, que acaparó todo el protagonismo.
De Oyambre volaron directamente a Mimizan, en Las Landas de Francia, mientras el aterrizaje en la costa cántabra iba cayendo en el olvido para los medios y autoridades francesas. Nada se conmemoró en Oyambre por parte de Armand Lotti quien, años más tarde, declaró oficialmente a Schreiber como “el primer polizón aéreo de la historia”. Sin embargo, el ayuntamiento de San Vicente de la Barquera sí decidió erigir un monolito de piedra frente al lugar donde había aterrizado El Pájaro Amarillo, aunque este terminaría siendo retirado debido a las inclemencias del tiempo.
Descendemos por uno de los caminos que conducen a la playa para encontrar el monolito restaurado en 2018 en esta nueva localización. “Esta es la playa donde aterrizó el primer avión transatlántico que tocó tierra española”, como se puede leer en el grabado sobre El Pájaro Amarillo, que ha rebautizado esta playa al menos, para el municipio de San Vicente de la Barquera, el territorio donde aterrizó el aeroplano.
Exploramos este largo arenal salpicado por la aventura de Lotti y su tripulación, donde inconscientemente vamos buscando señales amarillas por todos lados. Los niños vuelan sus cometas, otros juegan al fútbol, los paseantes recorren la playa de este a oeste y los surfistas llegan desde todas partes de España y el extranjero hasta aquí, pues este es uno de los spots más famosos de Cantabria, ideal para el aprendizaje y la iniciación en este deporte. Prueba de ello son la cantidad de escuelas que se concentran aquí para enseñar a domar estas olas consistentes con múltiples picos o localizaciones diferentes donde surfear. Las furgonetas cámper y autocaravanas se reparten por los distintos aparcamientos que pintan las laderas, entre mansiones lujosas, campings y surfcamps, y hasta un campo de golf.
El aparcamiento más codiciado es, precisamente, el del ‘Restaurante El Pájaro Amarillo’. Este chiringuito a pie de playa presume de ofrecer a sus comensales desde 2006 pescados y mariscos frescos de la lonja. “Igualmente, incorporamos a nuestra carta carnes y platos que representan la cocina cántabra de tierra y mar”, como explican desde el restaurante. Los fines de semana de verano no es sencillo conseguir mesa ni aparcamiento en este lugar, que se ha convertido en meca para el veraneante mesetario.
Al caer la tarde, los puntos más calientes de la zona se concentran en lo alto de los acantilados de Oyambre y en el pueblo de Gerra. En las praderas se localizan una serie de terrazas como la de ‘El Rayo Verde’ (Solete Guía Repsol), ‘La Terrazuca de Gerra’ o la del ‘Restaurante La Gerruca’ para contemplar la puesta de sol con música de fondo y un escenario natural arropado entre la montaña y el Cantábrico.
Más allá del Pájaro Amarillo, descubrimos este territorio de rías, acantilados, playas, dunas y amplias praderías dividido por valles y humedales y salpicado por bosques, que albergan una fauna y flora de gran importancia ecológica. “El Parque Natural de Oyambre protege toda esta línea costera de estuarios y marismas”, explica Nicolás Saiz desde la oficina de Turismo de Valdáliga. “Las zonas más importantes son las del Escudo y Gandarillas, en la zona de San Vicente y La Rabia, y la ría del Capitán en la de Oyambre”, añade.
“Este enclave atrae mucho porque se encuentra entre dos municipios muy turísticos: Comillas y San Vicente de la Barquera. Este último está incluido dentro de la reserva”, concluye. El Parque Natural de Oyambre se encuentra ubicado en el sector occidental del litoral cántabro, abarcando el territorio que va desde Punta África a Punta Lumbreras por la costa, y limitado en su interior por Peña Mayordoma, la Sierra de Sarría y la zona sur de Monte Corona.
¿Cómo explorarlo? Existen dos rutas para descubrir la biodiversidad y riqueza paisajística del Parque Natural de Oyambre. La Ruta Ambientes Litorales parte desde la playa de Tostadero, en San Vicente de la Barquera, hasta las marismas de la ría de La Rabia, pasando por la playa de Merón, entre la ría de San Vicente y el Cabo Oyambre. Pinares, cordones dunares, juncales y cañaverales son ecosistemas que se pueden ver en esta senda que asciende hasta los acantilados de la punta del Oeste, donde asoma la vegetación de la landa litoral y el matorral. Desde los pastizales de Gerra descendemos por la ruta que bordea la playa de Oyambre y conduce hasta el final marcado por la ría de La Rabia. ¿En cifras? Ocho kilómetros y medio -sólo ida- y dos horas y 45 minutos de duración.
La otra ruta es la de Ambientes Forestales, que se adentra en el entorno del Monte Corona, vestigio de un antiguo bosque de hayas, robles, acebos y cajigas que se intercalan en la actualidad con pinos y eucaliptos de repoblación. Este recorrido tiene una extensión de 13,5 kilómetros y tres horas y 45 minutos de duración.
La villa de San Vicente de la Barquera está inmersa en este parque natural y sería una ofensa dejar este entorno sin el paseo de rigor por su casco histórico. Esta fue -y aún es- una importante parada en el Camino de Santiago de la Costa, además de punto de partida del famoso Camino Lebaniego.
De su preciado conjunto monumental destaca la iglesia de Santa María de los Ángeles, el Santuario de la Barquera, el Castillo del Rey, protegido por las murallas medievales, el convento de San Luis y, por supuesto, el puente de la Maza, de 32 arcos y 500 metros de longitud. Cuando se construyó, en la época medieval, fue catalogada como una de las obras más impresionantes de la ingeniería naval. Hoy es una de las panorámicas más icónicas de la villa barquereña y del Parque Natural de Oyambre.