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Cuando se camina por Villardeciervos uno tiene la impresión de estar inmerso en un auténtico laberinto. Un trazado complejo en el que las callejuelas no dejan de girar sobre sí mismas dando una falsa sensación de azar, pues se trata de una disposición planeada durante la época de mayor prosperidad del municipio, debido al auge del contrabando de café o azúcar con Portugal, para evitar a los carabineros.
Por su casco histórico, declarado Bien de Interés Cultural, se distribuyen casonas, como la Casa de los Siete Balcones, la Casa de la Inquisición o la Casa Priscila, donde apreciar arquitectura rural carballesa y particularidades como su empleo de la mampostería, sus icónicas mirillas -desde las que se observaba la presencia de las autoridades- o sus pasadizos y estancias en las que guardar las mercancías. La Oficina de Turismo de la localidad ha elaborado un cuidado plano en el que se indican todos estos curiosos puntos de clave de la historia del municipio.
Un pueblo para dos países. Esta particular división es la que ofrece Rihonor de Castilla, municipio zamorano que comparte espacio con Portugal, donde se conoce como Rio de Onor. Se trata de una rareza en la Península Ibérica. Calles que comienzan en España y terminan en el país luso, habitadas por vecinos cuyas raíces familiares profundizan a ambos lados de la frontera. La tranquilidad es la nota dominante de una localidad donde el sector agrario es su principal vector económico, con casas que recuerdan los tiempos en los que sus habitantes compartían vivienda con el ganado, construidas en dos plantas con materiales del entorno -pizarra y madera principalmente- y hermosos balcones floreados.
Merece la pena la visita para respirar el aire limpio de este rincón al norte de la Sierra de la Culebra y jugar a cambiar de país cada pocos metros mientras se escucha cómo los locales hablan entre ellos en riodonés, un dialecto común casi extinto, o cambian del castellano al portugués en un abrir y cerrar de ojos. La mejor postal de este paseo internacional se encuentra en el puente de piedra que salva el curso del río Fontano -o Compensa en su tramo portugués-, eso sí, hay que recordar cambiar la hora del reloj, pués incluso en el mismo callejero el uso horario cambia de un país a otro.
El interior de las murallas de Puebla de Sanabria muestra en la propia piedra de sus iconos el peso de su historia. El castillo de los Condes de Benavente impresiona por su monumentalidad y buen estado de conservación, aunque no es el único edificio notable que emerge en estas calles. Varias casonas señoriales se distribuyen alrededor del centro de la localidad, sobre todo entre la plaza Mayor, la plaza de las Armas o la calle Florida, donde los blasones de estas viviendas compiten en atención edificios religiosos como la románica iglesia de Santa María de Azogue o la ermita de San Cayetano.
Conviene hacer una parada para recuperar fuerzas del paseo histórico en ‘Caparrota Río’ (Solete Guía Repsol) y probar algunas de sus exitosas hamburguesas, donde destacan las elaboradas con ternera de Lubian o con carnes de caza, antes de poner rumbo a algunas de las rutas de trekking más famosas del monte sanabrés o darse una zambullida en el lago de Sanabria, si el tiempo acompaña, y pasear por su orilla.
En Fermoselle se aúna la belleza arquitectónica propia de su pasado medieval con su privilegiada ubicación natural, encajonado entre los ríos Tormes y Duero. Siguiendo la calle Requejo, antigua vía comercial de la localidad, sirve para saltar de plaza en plaza -la Fontanica, la del Cabildo o la Nueva, también conocida como del Ayuntamiento-, pudiendo elegir dónde desviarse para dirigir los pasos hacia templos románicos, como la iglesia de Santa Colomba o la ermita de la Soledad, e incluso anteriores, como la ermita de Santa Cruz, que cuenta con elementos visigóticos.
También merecen una visita los restos del Castillo de Doña Urraca y el Convento de San Francisco, donde se ubica la la Casa del Parque Natural de Arribes del Duero. En cuanto a su entorno, por los alrededores de la localidad se distribuyen diversos miradores desde los que observar el cruce de los ríos, con la icónica imagen de la desembocadura del Tormes en el Duero en la zona de Ambasaguas.
Cruzar el Puente Mayor, que salva el paso del Duero, es la mejor forma de adentrarse en una de las ciudades más importantes del medievo castellanos: Toro. La localidad, célebre por su vino Denominación de Origen, fue una de las más prominentes del reino de Castilla y para muestra, la Colegiata Santa María la Mayor, inmueble construido durante los siglos XII y XIII, que concluyó sus obras durante el reinado de Sancho IV de Castilla y su esposa María de Molina, grandes impulsores del municipio. Se trata del lugar de visita más ineludible durante una escapada, pues su magnífica Portada de la Majestad aún conserva su policromía original.
Tras la visita, conviene acercarse a los soportales de la plaza Mayor, disfrutar del ambiente local en los numerosos bares que la rodean y comenzar a pasear por sus calles observando las casas señoriales del centro, algunas de ellas con origen en los nobles portugueses que se trasladaron hasta Toro con Beatriz de Portugal tras la muerte de su esposo, Juan I de Castilla. Los pasos guían inexorablemente hasta la iglesia de San Lorenzo el Real, de estilo románico-mudéjar, o la de San Sebastián de los Caballeros, con asombrosos frescos. Un recorrido cultural al que poner fin con una buena copa del reputado vino que se produce en esta tierra.
A los atractivos observables a simple vista que tiene esta localidad de la comarca de Benavente y los Valles hay que sumar los hallazgos recientes que se han conservado durante siglos bajo tierra. Se trata de la villa romana de Orpheus, un valiosísimo yacimiento arqueológico que sigue dando alegrías a la localidad pues se han seguido descubriendo nuevos elementos hasta 2018. Las investigaciones sugieren que el propietario de esta villa debió ser alguien importante durante la presencia del Imperio romano, pues los exquisitos mosaicos -con minúsculas teselas de las que aún se conserva la policromía original- y la gran cantidad y espacio de las estancias solo estaba reservada para los más notables.
Además, apenas a unos 12 kilómetros de Camarzana de Tena, el legado romano en la comarca sigue presente con el campamento romano de Petavonium, un fuerte romano donde 5.000 legionarios de la Legio X Gemina controlaban a los astures y el paso del oro. Como complemento histórico, siempre es recomendable dirigirse a la vecina localidad de Santa Marta de Tera y visitar su iglesia, donde observar, la representación del Santiago peregrino más antigua que se conoce (siglo XII), ya que forma parte del camino jacobeo mozárabe sanabrés.
La cercanía de Galende al lago de Sanabria lo ha convertido en un lugar de referencia tanto para el baño en Castilla y León como para la práctica del turismo activo. A la variedad de playas fluviales que se reparte por la orilla de la inmensa masa de agua hay que sumar la gran cantidad de deportes acuáticos, como el kayak o el paddle surf, que se practican en el lago o las reconfortantes rutas senderistas que discurren por el bosque que lo rodea.
En cuanto a los atractivos de la propia localidad, sus calles resultan el mejor ejemplo de arquitectura tradicional sanabresa, caracterizada por el empleo de la piedra y la madera como elementos de construcción, y los techos de pizarra, ideales para las nieves y lluvias que abundan en esta parte de la provincia. Los edificios vinculados a la religión más destacados de Galende son la iglesia de San Mamés el monasterio de San Martín de Castañeda, perteneciente a la Orden del Císter, muy presente en otros pueblos de la comarca.