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Varios chicos se hacen un selfie en el castillo de Pedraza.

Qué ver en Pedraza en un día

Pedraza más allá de la noche de las velas

Actualizado: 02/07/2021

Fotografía: César Cid

La cercanía a Segovia y a la Comunidad de Madrid convierte la excursión a Pedraza en un plan ideal para conocer la arquitectura de esta villa y el entorno natural que la rodea. Aunque la localidad segoviana sumará otro año sin el tradicional iluminado de las calles, su patrimonio y su gastronomía son como un imán para el visitante.
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Pedraza brilla con luz propia. Lo hace incluso sin su tradicional Noche de las velas veraniega, que ilumina el pueblo con estos pequeños candiles y atrae a miles de visitantes, una fiesta imposible en tiempos de pandemia. La villa, con un patrimonio arquitectónico extraordinario y un estilo clásico meticulosamente conservado, no necesita esa representativa tradición para convertirse en un lugar digno de visitar con calma para disfrutar tanto de su valor cultural como gastronómico y paisajístico.

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Esta pequeña localidad, enclavada en lo alto de una colina que domina unos majestuosos parajes de bosques, montes y ríos, es de esos lugares que atrapa al visitante a través de algo aparentemente tan sencillo como pasear. El caminante pisa unos suelos de piedra mientras su vista se posa en casas rústicas, mimadas por sus propietarios y con flores abundantes en sus patios y terrazas, mientras observa edificios como el castillo local, convertido en museo por la familia del pintor Zuloaga, la vieja cárcel o el portón de acceso, que ilustran el prestigio que Pedraza ha tenido históricamente.

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Los domingos son un día elegido por decenas de familias para descubrir esta joya segoviana. Mayores y pequeños se dan cita tras atravesar con el coche, o caminando, un monumental portón que antaño estaba controlado para que nadie que no tuviese permiso o invitación pudiera entrar en el pueblo. Hoy esas inmensas y gruesas puertas de madera, que ilustran el poderío y la elegancia del lugar en tiempos pasados, permanecen siempre abiertas para quien decida, antes de rebasarlas, mirar las impresionantes vistas de los pinares, de otras pequeñas poblaciones y de la colosal sierra de Guadarrama.

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Las calles estrechas que se encuentran a continuación ya dan buena cuenta de lo que le espera al viajero: quietud, nada de tráfico y un aparcamiento, cercano al castillo, habilitado para que haya el menor trasiego posible de vehículos. El único coche que circula por una de las vías principales de Pedraza, que deja a su espalda el monumental castillo de Zuloaga, es el cochecito de Alicia Ramiro y Mariano Lamberti, que empujan el carrito de su hijo pequeño mientras otro camina agarrado de la mano de mamá.

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Esta pareja ha acudido junto a unos amigos, que avanzan un poco más adelante y miran unos escaparates de tiendas tradicionales como una especializada en velas y candiles de todo tipo. No es la primera vez que lo hacen. Les encanta la atmósfera segoviana, tienen una casa cerca y gustan de acudir con los niños para que estos cambien de aires y conozcan otros estilos y otras formas de vida.

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Tan solo unos minutos de recorrido llevan a la plaza Mayor de Pedraza, un enclave que vale la pena apreciar desde varias perspectivas, sin prisa. Los soportales, el viejo ayuntamiento, las robustas vigas o el uso de la piedra en las construcciones requieren varios minutos de atención, una atención que puede distraerse si al olfato llega el delicioso aroma a comida que sale de los hornos de los restaurantes cercanos, con el lechazo como protagonista rotundo.

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El estómago ha guiado al bar 'El Soportal' a los jóvenes Carlos Diez-Astrain, Beatriz Rodríguez y Daniel Cuadrado, que han aprovechado el domingo para conocer Pedraza. "No habíamos estado nunca y teníamos muchas ganas", dicen mientras varios comensales ya mueven cuchillo y tenedor en el comedor. Les ha llamado la atención todo el conjunto de la villa: desde el estilo de los edificios y las calles hasta los eternos parajes naturales, llenos de cigüeñas, que atisban desde miradores donde luego se harán fotos de recuerdo.

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'La Casa Taberna' es la flamante novedad de la plaza. La presentadora de televisión y chef Samantha Vallejo-Nágera y su marido, el enólogo y empresario Pedro Aznar, han revitalizado la 'Taberna de Mariano', un nombre quizá desconocido para quien nunca ha viajado a este pueblo pero de significado especial para quienes conocen la historia. Esta vieja tasca llevaba abierta 200 años hasta que cerró en 2015, dejando alicaídos a los pedrazanos hasta que Vallejo-Nágera, que pasó en el pueblo parte de su infancia, decidió apostar por ubicar allí un restaurante y una hospedería diseñada para el descanso y el buen comer.

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La plaza seduce también a Zuri Ardiaca y a Borja Ascondo, que comentan justo a sus dos niños que han viajado mucho por España pero que nunca habían visto unos sitios así. Los chavales, afirman, están felices porque además de las ventajas de la excursión están aprendiendo gracias a las enseñanzas de historias medievales que les relatan sus padres, que quieren aprovechar para pasarse por Navafría o acercarse a alguna ruta como las que ofrece la cercana Ceguilla.

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Uno de los grandes recursos para explicarles batallitas es el castillo de Pedraza, edificado en el siglo XIII y mejorado por los poderosos duques de Frías, unos condes castellanos de enorme ascendencia en el siglo XVI. Ellos le incorporaron un colosal muro defensivo y otro muro exterior donde se ubicaban las cañoneras y un puente levadizo que actualmente no se conserva. El foso y el precipicio al que se asoma parte de la construcción incrementaban su seguridad contra visitantes indeseados.

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El público que acude a disfrutar de ello puede observar también las obras del pintor Ignacio Zuloaga, que hace casi 100 años compró el gran inmueble y, además de restaurarlo, instaló un taller. Una de las torres alberga varias pinturas de este autor así como creaciones artísticas que van rotando y que gestionan sus descendientes. Todo ello, de nuevo, desde lo alto de un terreno elevado que regala unas fabulosas vistas del horizonte castellano.

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Los abundantes visitantes en Pedraza no impiden encontrar habitantes de este pueblo de Segovia, encantados con la visibilidad que obtienen gracias al turismo y el impacto económico que genera, haya o no haya el clásico encendido de velas este verano. Pablo Cristóbal, que espera su turno delante de un obrador tradicional que huele a gloria, presume de que sus amigos le envidian por vivir regularmente en un sitio tan bonito. "Valoras más este entorno cuando sales", admite, porque uno se acaba acostumbrando y después echa de menos el empedrado cuando pisa adoquines o asfalto.

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El trinar de los pájaros sirve como melodía para seguir pateando Pedraza en calles tan bonitas como la de Hontanillas, descendiente junto a un muro del que rebosa la cuidada vegetación y al fondo ofrece un kilométrico horizonte de naturaleza. A su lado, la cómoda terraza del restaurante 'La olma de Pedraza', donde domina el verde y se pueden descansar las piernas con una buena cerveza o un vino sin dejar de paladear el entorno.

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Las leyendas y las historias más negras escritas sobre esta villa segoviana tienen su origen en la antigua cárcel, ubicada justo al lado de los portones de entrada. Allí eran recluidos y sometidos a distintas penurias los delincuentes de hace siglos en unas celdas que actualmente pueden visitarse, al igual que las mazmorras custodiadas por gruesos barrotes. Las mentes más imaginativas pueden encargarse de relatar historias sobre qué maldades habrían cometido los condenados a pasar sus días en ellas.

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La historia y la riqueza cultural de Castilla y León, que tiene en Pedraza uno de sus grandes exponentes, han atraído al pueblo a María José Balza y José Antonio García, dos venezolanos que en sus 10 años en España han leído tanta historia que "queríamos conocer toda esta parte". Así, se han quedado impresionados por "el cuidado de las casas y del pueblo", además del intangible paisaje que puede apreciarse desde cualquier esquina, tanto tomando uno de los cercanos vinos de Ribera como yendo de la mano de tu pareja en una escapada.

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