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Ruta por las puertas de Toledo

La Ciudad Imperial, puerta a puerta

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Actualizado: 13/12/2021

Texto: Ana Caro

Fotografía: Alejandro Rubio

Toledo es una ciudad para visitar… varias veces. Uno de esos lugares que son bonitos del derecho y del revés. Esta es, quizá, una de las propuesta más bellas: siguiendo su muralla y deteniéndonos en las diferentes puertas de la ciudad. El puente de Alcántara, la subterránea Puerta del Vado, la emblemática Puerta de Bisagra; y la de Alfonso VI, con refrigerio incluido, son solo las primeras paradas. 

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1. Puente de Alcántara

A las nueve de la mañana de un sábado Toledo se divide, por simplificar, en viajeros y deportistas. Dos ciudadanos asiáticos arrastran sus maletas por el suelo empedrado, un pelotón de ciclistas siguen la orilla del Tajo, y hay incluso quienes se atreven a pescar en sus aguas.

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Esta ruta comienza en el extremo del Puente de Alcántara que da al Paseo de la Rosa: a la espalda, el Castillo de San Servando (siglo XI), actual albergue juvenil; de frente, una de las panorámicas más reconocibles de una ciudad que hoy recorreremos a través -y a ratos por dentro- de su muralla y puertas históricas. Seguro que al lector le suena de las postales: en un primer plano, el imponente cauce del río y el puente de origen romano, y en segundo, la parte intramuros de la ciudad, dominada por el Real Alcázar de Toledo que, con su posición y envergadura, parece llamar siempre a filas.

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Tras un par de minutos contemplativos, llega el momento de emprender un camino trufado de historia. Hace poco más de 100 años que se puede cruzar el Puente de Alcántara sin pagar pontazgo a la Casa ducal de Alba, y el mismo suelo que ahora pisan zapatillas de goma es el que atravesó la comitiva que, presidida por el todavía niño príncipe Felipe -futuro Felipe II-, llevaba el cadáver de su madre, la emperatriz Isabel, de camino a su entierro en Granada. Esto fue en el siglo XVI, pero mucho antes musulmanes y romanos dejaron su impronta en esta entrada a la Ciudad Imperial. “Fue tal la perfección militar de este paso que Toledo nunca fue conquistada por aquí”, explica la guía.

Los casi 200 metros que mide el puente se hacen cortos imaginando cuántas historias debieron ocurrir en el mismo lugar que ahora atravesamos. A ambos lados del puente -reconstruido en los años 20 del siglo pasado- el río rodea la ciudad en una mezcla imponente de urbanismo y naturaleza. Y así, llegamos a la Puerta de Alcántara (siglos VII-X), que atraviesa la muralla que rodea la urbe. “Si la cruzáramos llegaríamos al convento de la Concepción Franciscana, al Museo de Santa Cruz y a la Plaza de Zocodover”, explica la guía. Pero hoy el paseo escapa de lo habitual y la comitiva sigue la muralla por fuera, en este caso durante poco más de cinco minutos hasta la Puerta del Vado.

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2. Puerta del Vado

Es entonces cuando la guía se detiene frente a un bajo edificio con cuatro pequeños arcos de medio punto a modo de ventanas. Para sorpresa de los visitantes, saca de su bolsillo un gran manojo de llaves, y tras dar con la buena, abre una puerta e invita a pasar. Bajando unas precarias escaleras de madera y con una humedad ambiental cada vez más presente se llega a la verdadera Puerta del Vado, intacta tras siglos cubierta por nueve metros de sedimentos. "Lo que vemos desde la superficie es la 'punta del iceberg' de la puerta, que quedó en desuso allá por el siglo XVII", explica.

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Entre el 2001 y el 2002 se descubrió esta joya de la arquitectura defensiva. Los encargados de la excavación se encontraron la llave echada y sin retirar de la puerta de madera. Tan solo unos cuantos clavos habían aguantado el paso del tiempo y los sedimentos, ingentes en esta zona de la ciudad por los deshechos cerámicos procedentes de su tradición alfarera. Con esa bóveda de medio cañón de la puerta soterrada aún en la mente, el grupo vuelve a trepar con cuidado por las escaleras de vuelta a la superficie, donde todavía se oye el trino de algún que otro gorrión.

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3. Puerta Nueva de Bisagra

Menos de diez minutos de paseo siguiendo la muralla separan a la Puerta del Vado de la Puerta Nueva de Bisagra. Hay dudas sobre el origen de su nombre: unos dicen que viene de su acceso a la Comarca de la Sagra; otros, por Albixará, "la alegría de llegar". Desde luego que el grupo se pone contento al reconocer, por fin, una de las puertas del recorrido. La Puerta de Bisagra, en su enorme rotonda ajardinada y sus banderas oficiales, es el escenario de prácticamente cualquier conexión en directo con la capital de Castilla-La Mancha.

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El inmenso escudo imperial con el águila bicéfala manda en una construcción que, aunque tiene orígenes musulmanes, acusa un importante estilo renacentista. "Propaganda pura de Carlos V en la entrada a Toledo desde Madrid", la guía es rotunda cuando habla del uso que se le ha dado a la Puerta de Bisagra tal y como hoy la conocemos. Los dos gruesos torreones almohadillados custodian la entrada de la comitiva en el patio de armas.

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Lo especial empieza ahora: otra vez el pesado candado con infinitas llaves, otra vez trepar por angostos túneles, pero esta vez para alcanzas una panorámica imposible de conseguir en cualquier otra parte de la ciudad. Hay varios miradores desde los que se puede fotografiar el Toledo más imponente y callejear en la ciudad siempre es un gusto, pero en pocos lugares se puede observar la ciudad desde arriba y desde dentro como en la Puerta de Bisagra. "Observar el Ángel Tutelar de la ciudad, con el tiempo se ha convertido en un pararrayos", ríe la guía señalándo una bella escultura justo al lado.

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4. Puerta de Alfonso VI

La Puerta de Alfonso VI -o antigua Puerta Vieja de Bisagra- muy cerca de la Puerta Nueva Bisagra, fue tapiada por Carlos V. El motivo fue prosaico: que su flamante puerta brillara más. El emperador no quería que el importante valor arquitectónico de esta puerta -muy similar a la soterrada Puerta del Vado- eclipsara la gran obra ideada por Alonso de Covarrubias.

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La Puerta de Alfonso VI es un buen ejemplo de cómo en Toledo se superponen en muchos casos las diferentes épocas constructivas. "La parte inferior, con un arco de herradura, es de la época musulmana (siglo X), y la parte superior, mudejar (XIII), a base de mampostería y ladrillo", las píldoras de historia y arquitectura resuenan mientras los visitantes dejan perder la vista entre las murallas.

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Antes de llegar al final de la ruta, toca hacer un alto en el camino. A estas horas de la mañana el sol manchego ya empieza a picar, y el rumor del jardín de la 'Hacienda del Cardenal' invita al descanso. Un refrigerio en el jardín del hotel sienta de maravilla, sobre todo al alzar la vista y observar la muralla que nos rodea.

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5. Puente de San Martín

La parte más larga de esta cómoda ruta no supera los 15 minutos por el Paseo de Recaredo. Una vez recorrido este paseo, más que agradable, se alza ante los ojos el Puente de San Martín. "Es un ejemplo de arquitectura medieval militar", cuenta la guía mientras observamos la larga cola para montarse en la tirolina instalada justo en el puente. Un puente que, hasta hace apenas 50 años permitía el tráfico rodado y hace justo un siglo que fue considerado Monumento Nacional.

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Al dar media vuelta desde el extremo del puente, el visitante se encuentra con el emblemático Monasterio de San Juan de los Reyes, construido por Isabel de Castilla. que merece una visita, y un poco más adelante, el acceso a la Judería. Así, empieza el paseo por la ciudad intramuros porque, aunque esta ruta ha terminado, la visita a Toledo justo acaba de empezar.

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