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En las gargantas del cerro kárstico del Hierro, muy cerca de la localidad sevillana de San Nicolás del Puerto, aún se pueden oír, si se cierran los ojos, los chirridos de las vagonetas que llevaban el hierro hasta las instalaciones de la mina. A poca distancia, el contrapunto sonoro lo pone el rumor tranquilo del agua que mana del corazón del pueblo y que surte al río Huéznar de una biodiversidad rica en plena Sierra Norte de Sevilla. El bullicio y las risas las ponen, muy cerca de allí, la playa artificial de la localidad. Y todo en torno a un pueblo que no supera los 700 habitantes, a 93 kilómetros de Sevilla.
Con el sol aún ascendiendo en la mañana, los pináculos del cerro del Hierro se muestran como una extraña catedral gótica que se eleva hacia los cielos. Declarado monumento natural, estas formas puntiagudas son fruto de la extracción minera del hierro años atrás, hasta que la antigua mina quedó abandonada. "Este paisaje es resultado de la acción de la naturaleza y de la mano del hombre. Esas formas se deben a la extracción del mineral de su interior, que deja a la vista los pináculos de roca caliza", cuenta José Manuel Bernabé, guía intérprete de Naturaleza de la empresa Natures, quien se encarga de enseñar a los visitantes los secretos de este paraje natural.
"Es un turismo que viene a disfrutar del deporte de aventura, del paisaje y de la escalada. Muchos ven fotos del enclave y se sienten atraídos por las formas geológicas”, dice el guía, que cuenta que pidiendo autorización se puede hacer uso de las 16 vías de escalada que hay en este monumento natural, y cuyas chapas metálicas brillan al sol sobre las rocas.
Tras el abandono definitivo de la mina en 1985, este karst (un relieve de rocas compuestas por minerales solubles al agua que, como la caliza, se transforman con los procesos atmosféricos) comenzó una nueva vida al tomar la naturaleza una zona dominada por el hombre.
"El abandono de la mina nos descubre una biodiversidad de una riqueza muy importante. Los vestigios de la actividad minera contribuyen a la espectacularidad del monumento y tienen su importancia como elemento patrimonial", explica Antonino Sanz, director-conservador del Parque Natural Sierra Norte de Sevilla.
En aquellas galerías, gargantas y arcos excavados en la tierra para permitir el tránsito de las vagonetas de los mineros (que llevaron tracción animal, humana o incluso de trenes de vapor), hoy en día la naturaleza ha recuperado su espacio. La vegetación, en el interior de las gargantas, a las que no se puede acceder, ha tomado cada rincón y los murciélagos han hecho de los túneles su casa.
En las zonas más abiertas, el polvo de hierro se mezcla con la tierra creando una alfombra brillante y sobre ella, las aves rupícolas como el vencejo, la golondrina dáurica o el avión roquero hacen de la superficie rocosa su hogar.
Este espacio considerado geoparque por la Unesco y que Sanz define como "uno de los tres paleokarst más importantes que hay en el mundo", tiene la peculiaridad de que crece en él salvaje la jara pringosa, una planta que está cubierta de ládano, sustancia que se utiliza como fijador en algunos perfumes como el de Chanel nº 5.
Dejando atrás el paisaje rocoso, y cruzando la Vía Verde en la que los trenes han sido sustituidos por las bicicletas y los senderistas, el camino lleva a la vecina San Nicolás del Puerto. Allí se puede contemplar la singularidad de un río que emana del propio corazón del pueblo.
En un paraje casi de bosque, rodeado de las casas familiares de los habitantes del pueblo, la quietud solo la enturbia el sonido del agua de una laguna en la que arranca su recorrido el río Huéznar. Pero no esperen ver un chorro de agua saliendo de una estructura rocosa ni derramándose por una ladera. Aquí el río brota sin alardes, y deja a muchos perplejos por no saber de dónde sale.
"¿Pero el agua cómo sale del suelo? Si no se ve", pregunta un padre de familia que ha venido con su mujer y sus hijas a ver esta pequeña joya natural. La respuesta se encuentra en la propia superficie de esta laguna cristalina donde, de vez en cuando, brotan burbujas que crean ondas perfectas sobre el agua.
El Huéznar nace de un acuífero que se encuentra bajo esta superficie y cuya agua se filtra a través de la tierra para comenzar a serpentear por la zona entre puentes de madera y ejemplares de martín pescador que tiñen de azul el paraje buscando algo que llevarse al pico. Mientras, entre los árboles, unos novios se hacen las fotografías del enlace aprovechando el hermoso paisaje que los cobija.
"El nacimiento del Huéznar es una surgencia natural que se puede ver in situ en San Nicolás. Es un río que mantiene el agua en su cauce durante todo el año y uno de los más importantes de la provincia de Sevilla", explica el director del parque natural. El Huéznar irá recorriendo toda la sierra abajo hasta encontrarse con el Guadalquivir, o río grande que llamaron los árabes, y en su camino dejará buena parte de su agua en un pantano, cerrado con una presa en los aledaños de Constantina y El Pedroso, y que abastece a la Vega del Guadalquivir.
Pero antes de llegar a la presa, y sin alejarnos mucho de su nacimiento, el Huéznar nos ofrece un paisaje que es otro monumento natural: sus cascadas. Gozando de esa declaración desde 2001, las cascadas del Huéznar configuran un eje de saltos de agua digno de admirar. Y recalcamos lo de admirar, ya que es una zona en la que está prohibido el baño. Saltarse la prohibición puede acarrear una sustanciosa multa, y los agentes forestales vigilan continuamente para que el paraje conserve su pureza.
"Las cascadas y sus alturas se deben a una serie de fallas o fracturas en el terreno", cuenta José Manuel Bernabé mientras las propias cascadas y la vegetación colindante llenan de frescor al visitante, que puede sentir aquí la caída de los grados del termómetro en el duro verano sevillano.
"La historia de la Sierra Norte de Sevilla, una de las zonas mejor conservadas de la rivera, y que cuenta con miles de años de historia, se puede contar a través de las cascadas", explica Sanz sobre un paraje en el que las nutrias conviven con los mirlos acuáticos y el colorido de los madroños. No es la provincia de Sevilla un lugar de cascadas, por lo que estas formaciones ya de por sí las hacen singulares.
Pero a esto hay que sumar el túnel verde que crece desde sus riberas enmarcando las cascadas en una estampa única llena de vegetación. "Lo interesante es que el agua del Huéznar forma un bosque de galería, que surge en ambas orillas y envuelve al río. Está formado por especies como fresnos, alisos, olmos, sauces o higueras", cuenta el guía, mientras los curiosos llegan en un goteo continuo a admirar estos saltos de agua que parecen esconderse al visitante, como si no quisieran ser descubiertos.
Las rocas que arropan al río tienen también su historia, y se conocen como travertinos. Son rocas que han ido recubriéndose por depósitos de carbonato cálcico, que han hecho una película sobre ellas (algunas, de gran belleza hasta el punto de ser utilizadas en decoración). Pero, ¿por qué tienen esa superficie porosa llena de pequeños agujeros? "Esos agujeros son la huella de la raíz de plantas que nacieron de la roca y que, con el continuo paso del agua, se pudrieron dejando esos huecos en la roca", cuenta el guía José Manuel Bernabé.
Para terminar la ruta después del senderismo por el Cerro del Hierro y de cruzar el río de roca en roca, qué mejor que refrescarse en la playa artificial de San Nicolás del Puerto. En este caso no es hija de las aguas del Huéznar, sino del arroyo de Los Parrales, que configura en el corazón del pueblo una playa fluvial. 4.500 metros cúbicos de agua para aliviar el calor de los sevillanos que buscan ponerse en remojo sin tener que acudir a las playas de Huelva y Cádiz.
La oferta se completa con zona de sombrillas, chiringuitos abiertos todo el día y actividades deportivas como el vóley playa, en una zona equipada con barandillas para poder acceder al agua sin ningún peligro. Todo flanqueado por el puente romano de la localidad, testigo del disfrute de los visitantes y foráneos que buscan el refresco lejos de la masificación de la costa.