Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Más de medio centenar de poblaciones llamadas "San Martín de…" hay repartidas por toda la geografía española; ofrecimientos del pueblo a ilustres personajes que, unidos a la religión católica y ortodoxa, dejaron este nombre tan sonoro ligado a Marte por los siglos de los siglos.
El del Castañar sorprende a primera vista por su arquitectura conservada durante siglos, un conjunto armónico de casas que nos recuerdan las construcciones medievales francesas, a los galos que llegaron desde el país vecino en el siglo XI para repoblar las tierras del rey Alfonso IX. Allí quedó desde entones el actual nombre de la comarca, Sierra de Francia. Los Gascón o los Bernal, apellidos franceses, también perduran desde entonces en San Martín y la comarca.
A veces tenemos claro lo que queremos hacer cuando visitamos por primera vez un lugar, pero en otras ocasiones nos dejamos orientar por los que más saben, por los que aman su entorno y hacen que lo amemos los foráneos. Gema Vidal es una de las personas que camina cada día los senderos que rodean el pueblo. Conversadora amena y experta del entorno natural, nos habla de las rutas de senderismo que no nos podemos perder, que no nos dejarán sin aliento si nos lo tomamos con calma.
"Los molinos harineros tuvieron una importancia vital para la supervivencia de la zona, una caminata de diez kilómetros, bajando y subiendo por el cauce del río Francia, hará que conozcáis los antiguos ingenios diseminados por la ruta", nos cuenta Gema con la seguridad que otorga el conocimiento. No haberle hecho caso hubiera sido un error: restos de molinos como el del Tío Enrique, bajar hasta las fosas del río Francia para darnos un baño, o subir hasta el pico Manceras y tocar su campana mientras vemos la inmensidad del paisaje, hacen que nos purifiquemos con el contacto de la naturaleza. También está la ruta del bosque de los espejos, otro trazado circular de once kilómetros que se convierte en una galería de esculturas que se funden con los bosques de helechos y robles.
El sol se ha puesto y es hora de comenzar el cine o los conciertos en la plaza principal de San Martín del Castañar. Espectáculos de siempre en la plaza de toda la vida. Pequeños y mayores bailan en penumbra las melodías de uno de los músicos que mejor conoce el folclore serrano, Raúl de Dios, un trovador salmantino del siglo XXI que con su acordeón ha trasmitido los sentimientos de su tierra a seguidores de Italia, Grecia o Irlanda. Ritmos tradicionales de territorios fronterizos se mezclan con notas flamencas en recuerdo de Rafael Farina, el cantaor de Salamanca que hacía estremecer con sus fandangos y zambras.
Asentado sobre un lomo montañoso, San Martín del Castañar se articula en torno a una calle larga que termina en su parte más alta con una fortaleza que domina todo el territorio. El castillo de San Martín, denominado como "el de la biosfera", es en la actualidad un centro de interpretación y recepción de visitantes de la reserva de la biosfera de las sierras de Francia y Béjar. El personal que atiende a los visitantes nos podrá llevar hasta el punto más alto del pueblo, un torreón histórico donde nuestra vista se pierde en la inmensidad del paisaje. Desde las alturas, en un plano cenital, observaremos la estructura del cementerio local que se encuentra dentro del recinto amurallado y su peculiar plaza de toros, la segunda más antigua de España.
No es necesario ser aficionado a la tauromaquia para reconocer que la plaza de toros de San Martín del Castañar es un espacio tan auténtico como histórico. Su coso alargado y algo curvo, ubicado a los pies del castillo, fue construido por sus habitantes a base de burladeros de granito y aprovechando la roca madre en uno de sus lados.
Cada día acuden a este espacio vecinos y aspirantes a matadores que ocupan su tiempo sumidos en la lectura o haciendo toreo de salón. Sin puertas de entrada que limiten el horario de visitas, este paraje se mantiene vivo durante todo el año como un espacio público multidisciplinar que ayuda a mantenerlo en pie.
Noches frescas y días soleados, que no pegajosos, nos ofrece este pueblecito serrano que ya nos ha adoptado. Tomar el sol y algún refresco al borde de la piscina natural es un ritual cotidiano durante las tardes estivales.
Rodeadas de una alfombra de césped, las aguas del arroyo Candervelo son aprovechadas por bañistas ocasionales que escuchan la excelente música que suena en 'El chiringuito', un bar-restaurante instalado en lo que fue el lavadero del pueblo. A pocos metros de este parque arbolado, el puente y la calzada romana sobre el río nos recuerdan la importancia que tuvo este emplazamiento durante siglos.
Tampoco pensemos que San Martín del Castañar se quedó anclado en el pasado. Cualquier viajero se sentirá arropado en sus alojamientos, bares y restaurantes que tanto tienen de historia como calidad del presente. 'La posada de San Martín', dos construcciones serranas que se fundieron en una, es un centro de reunión desde las primeras horas del día. Un reparador desayuno, mientras intercambiamos experiencias con otros viajeros alojados en la posada hará que el día comience conociendo algo más de sus caminos y sus comidas. Las patatas meneadas, a base un puré poco fino, grasa animal, trocitos de varias partes de cerdo y pimentón de la Vera, nos recuerda que estamos en un territorio entre regiones donde el deje de los pobladores se mezcla y se enriquece como su gastronomía.
Paso obligado diario de todos los habitantes de San Martín y los adoptados que acudimos a conocerlo, es la panadería-repostería 'Sierra de Francia'. No podremos llevarnos de recuerdo una taza serigrafiada ni embelesarnos en escaparates de alguna calle comercial, pero sí nos quedaremos prendados con los sabores a limón, aguardiente y anises de las perronillas que salen del obrador artesanal.
Por algo este San Martín es "del Castañar". Nos despedimos visitando los numerosos castaños centenarios que rodean el pueblo como si fuera una murallaespinada que protege su patrimonio. El campo, que tanto cuidó al humano durante miles de años, necesita que lo cuidemos ahora. En pueblos como San Martín lo hacen a diario para que podamos saber lo que sigue siendo la frescura que tiene lo auténtico.