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Al norte de la provincia de Girona, unos kilómetros antes de que las cumbres pirenaicas se abracen con Francia, un tren azul y blanco descansa en la vía a punto de emprender uno de sus viajes diarios por el Pirineo de Girona. Nos encontramos en Ribes de Freser y el ferrocarril es el único medio de transporte para llegar hasta nuestro destino: el valle de Nuria. Durante el trayecto salvaremos los poco más de 1.000 metros de desnivel existentes entre el municipio y el circo glaciar. 12,5 kilómetros que se realizan en aproximadamente 40 minutos de asombrosos paisajes.
“Este transporte permite que el valle sea un espacio más limpio, sin coches ni masificaciones”, asegura Ruth Bober, relaciones públicas del valle de Nuria. “Además, el tren emplea energía solar, otro de los motivos por los que se conservan mejor las características medioambientales del lugar”, añade con orgullo.
El tren cremallera de Vall de Núria empezó a funcionar en marzo de 1931, sustituyendo a los burros con los que, hasta entonces, los locales subían al santuario. A partir de los años 70 y 80, los principales usuarios del tren empezarían a ser los esquiadores y excursionistas.
Una de las primeras locomotoras que llegó a Ribes de Freser fue La Geperuda, conocida así por su peculiar forma. “Fue una de las máquinas de trabajo para colocar la vía”, aclara Ruth. Esta y otras locomotoras antiguas se exhiben en la exposición gratuita sobre el tren cremallera alojada en la estación de Ribes-Vila, donde también se encuentra un lujoso coche salón decorado con materiales nobles y ambientado en los años 30. “Aún circula en ocasiones especiales, como el día de Reyes o durante algunas de las bodas celebradas en el santuario de Nuria”.
El río Freser acompaña durante el primer tramo de las sinuosas vías férreas. Este recorrido no funciona por cremallera, sino por adherencia, hasta que las fuertes pendientes del kilómetro 5,5 lo transforman en cremallera. A 1.236 metros de altitud, el pueblo de Queralbs es la parada intermedia que realiza el tren. Desde este punto parte el viejo camino hacia el valle de Nuria. Un sendero de siete kilómetros que resulta una opción muy recomendable para llegar al valle los meses de verano.
“En la zona se puede hacer barranquismo y escalada”, cuentan Esteve y Raquel, guías de montaña de la empresa Ama Dablam y buenos conocedores de la comarca. El horizonte muta al compás del lento traqueteo del cremallera. Se desnuda dejando entrever montañas de piedra gris, para volver a vestirse de verde a medida que ascendemos. Unos minutos más arriba, la nieve lo complementa. “Este año apenas ha nevado”, comenta afligido Esteve.
Nos encontramos a las puertas del Parque Natural de las Cabeceras del Ter y del Freser, declarado así en 2015. El área comprende la cuenca alta de estos ríos rodeando el valle de Nuria hasta la frontera con Francia. Cascadas, gargantas y hasta un arcoíris perfecto penetran por la ventanilla. Sobre el camino de hierro, siete puentes y cinco túneles sortean el abrupto terreno para sorprendernos con tramos cada vez más bellos.
“El túnel del Roc del Dui ha supuesto una mejora en la seguridad del trayecto para evitar posibles desprendimientos”, explica Pau García, uno de los maquinistas de la línea. Con una longitud de 1,3 kilómetros y operativo desde 2008, es el único trazado de doble vía para realizar cruces de trenes y aumentar la frecuencia de estos.
Un último túnel nos introduce de lleno en el valle de Nuria para terminar de desgarrar con la sobrecogedora belleza de prados teñidos de blanco, en contraste con los bosques de pinos negros que trepan por las montañas. Antes de que el riel roce el cielo, a 2.000 metros de altitud, nos detenemos frente a un lago helado para hacer nuestro ese cuadro de naturaleza viva.
La neblina de la mañana cubre todo de misticismo mientras descendemos del vagón. Al fondo, las once pistas de la estación de esquí Vall de Núria despliegan toneladas de adrenalina. “Es una estación familiar y el valle es muy apreciado por los deportistas de montaña porque está muy bien comunicado con el resto de la comunidad, por lo que mucha gente viene aquí”, expresa Raquel mientras se calza las raquetas de nieve.
Las cumbres pirenaicas son el telón de fondo del santuario de la Virgen de Nuria, anexo al edificio que alberga un hotel, y de la ermita de Sant Gil, con paredes de piedra y tejado de pizarra. El santuario es el segundo lugar de peregrinaje en Cataluña después de Montserrat. Desde este punto parten varios itinerarios que se pueden realizar con raquetas de nieve. “Hay travesías circulares para las que es posible dormir en los refugios de la zona”, resalta Esteve.
Para disfrutar del singular entorno también existe un ruta de un kilómetro que discurre por cuatro puentes históricos y opciones tan atractivas como recorridos a caballo, un teleférico que sube hasta los 2.120 metros del albergue del Pic de l'Àliga, en la montaña de la Coma del Clot, o un arduo ascenso hasta el Puigmal, que con 2.913 metros es el pico más alto del Pirineo Oriental, ejerciendo como frontera natural con Francia. Y es que este macizo, del que nacen infinidad de fuentes y torrentes, es un escenario único.