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La gran belleza de Tossa de Mar no solo está en su castillo, también bajo sus aguas. Foto: Shutterstock.

Un día de buceo en Tossa de Mar (Girona)

Viaje a las profundidades

Actualizado: 06/08/2019

La belleza de las playas y calas de Tossa de Mar son motivo suficiente para pasar unos días en este rincón de la Costa Brava. O una vida entera. Y no solamente por sus aguas cristalinas o sus vistas sobre la muralla medieval que trepa por la montaña, sino porque alberga uno de los tesoros más incalculables de toda Cataluña: su fondo marino.
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No es casualidad que Tossa de Mar sea uno de los destinos favoritos del litoral catalán para bucear y practicar snorkel. La temperatura de sus aguas, su buena visibilidad y la belleza del entorno con su fortaleza medieval en lo alto, como escenario de fondo, se unen a dos factores irresistibles que atraen a todos aquellos que disfrutan zambulléndose con gafas, aletas y bombona de oxígeno.

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Su primer atractivo es que el buceo se practica desde la playa y no desde una embarcación, lo que permite que mucha gente que se marea en los barcos pueda evitarse ese mal trago. De esta manera es más accesible para todos. "En la Costa Brava basta con caminar un poco para alcanzar una profundidad suficiente que te permita ver cosas muy chulas sin alejarte demasiado del litoral", cuenta Chiqui Bustos, que dirige 'SuperDive', uno de los más de diez centros de submarinismo que hay en la localidad y que ya está en el "Top 5 de toda España en número de alumnos anuales". El lugar ideal para iniciarse en esta aventura acuática es la playa de la Mar Menuda, especialmente en un pequeño trozo al que llaman "La bañera".

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El segundo factor que hace de Tossa de Mar un paraíso para los buceadores es que su mundo subacuático alberga la población de caballitos de mar más importante de Cataluña. Eso sí, al ser un animal frágil y amenazado, solo permiten acercarse a su hábitat a los buzos más experimentados. "Es nuestra obligación protegerlos. No es que no los queramos enseñar, pero intentamos no estresarlos, especialmente en época de reproducción", explica Chiqui. Así que para avistarlos, no queda más remedio que echar una buena temporada aprendiendo a emular a Jacques Cousteau.

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Chiqui y su pareja llevaban años trabajando como instructores de buceo y recibiendo españoles en Las Maldivas, lo que hizo que les conociera mucha gente. "Allí echábamos de menos el fuet, los boquerones en vinagre y las panteras rosas, así que volvimos a Tossa de Mar", relata entre risas. Además de los motivos gastronómicos, les ayudó a volver el hecho de que fuera aquí donde Roger Hungerbuhler abrió hace 45 años el primer centro de buceo de Cataluña. Un pionero que, ya jubilado, aún ayuda a Chiqui, su discípulo más aventajado: "Con él aprendí todo, fue mi profesor, mi mentor, mi amigo, mi padre de buceo", confiesa este catalán nacido en L´Hospitalet de Llobregat.

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Aunque no seas un experto, ya desde el bautismo puedes admirar todo tipo de animales. "Estamos en el lugar con más vida marina de todo el litoral catalán", presume Chiqui. Y lo corroboramos. Peces de colores, pulpos, sepias, cangrejos, bancos de barracudas e incluso peces luna se cruzan ante nosotros en las primeras inmersiones, lo que te anima a no querer regresar a la superficie y seguir nadando entre praderas de posidonias. "Las grandes gorgonias rojas, las más espectaculares, aparecen en la zona de Begur, hacia el norte, aunque allí hay más escasez de peces", apunta el catalán.

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El bautismo se puede hacer desde los ocho años y no hay límite de edad. "El buzo más longevo actualmente en activo es catalán, tiene 93 años y sigue zambulléndose cada vez que puede", cuenta como anécdota. "El curso básico oficial te capacita en dos o tres días para bucear hasta una profundidad de 18 metros", comenta el instructor que, con 20 años de experiencia, recuerda que lo importante al principio es acostumbrar al cuerpo a la sensación de respirar bajo el agua.

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Una vez superado el curso básico, se puede optar a otros más avanzados que te permiten vivir la "hora romántica" –entras de día y sales de noche–; observar a los depredadores nocturnos o aprender qué hacer en situaciones de rescate. La sensación de ingravidez y libertad, la desconexión con los problemas en la superficie y la extravagancia del mundo submarino hacen que este deporte enganche a cualquiera.

Cuando el buceo abre el apetito

Después de una intensa inmersión, es probable que sientas la voracidad de un tiburón blanco. Un hambre que se puede saciar en la coqueta terraza del 'Portal', situada en Carrer dels Pescadors, a pocos metros del paseo marítimo y de la puerta de entrada al recinto amurallado. "Lo chido es que tenemos la playa aquí al lado", celebra Rodrigo Alfaro, chef mexicano que, junto a Pablo Vaschalde y Giuseppe Padula, inauguró este establecimiento el pasado mes de abril.

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Entre sus platos con más éxito están el tataki de pez espada con limón, naranja y pimienta roja o el canelón de pato, manzana y ricotta ahumada, pura mezcla ítalo-catalana. "En Tossa hay restaurantes donde se come muy bien si quieres un arroz clásico, pero nos dimos cuenta de que no había sitios con tapas originales y quisimos marcar la diferencia". Han tenido que claudicar ante el menú del día (15,5 €) porque "la clientela lo busca" pero lo suyo es "otra cosa, hacer platos y tapas más sabrosos".

En su cocina lo mismo te hacen un pescadito frito con mayonesa oriental a un confit de pato con puré de mostaza verde y naranja; una tostada de atún con soja blanca, aguacate, manzana, salsa de piquillo y chipotle; o un rodaballo a la plancha. Entre los postres, triunfan la crema catalana de pistacho, las fresas al vermú con tocinillo del cielo y toque de lima y maracuyá, y sus refrescantes sorbetes artesanos hechos con grandes dosis de sabiduría italiana.

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Justo antes de esta aventura, Alfaro había levantado, al mando de la cocina y junto al resto del equipo, el 'Pepa Pla', restaurante de referencia de la farándula barcelonesa. Pero su idea siempre había sido "montar un restaurante donde fuera, más aún en la playa, es como un sueño hecho realidad y qué mejor que con amigos". Y así llegaron a este edificio, donde se pusieron manos a la obra, literalmente. "Barrimos, picamos, pintamos, decoramos". Una entrega que se trasladó luego a los fogones, desde donde nos saluda Giuseppe, el otro socio y cocinero, que nos recibe con una camiseta ocurrente, reflejo de su propuesta gastronómica, se lee: "Never trust a skinny italian chef" (nunca confíes en un chef italiano que esté flaco). Sabemos al instante que estamos en buenas manos.

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