Compartir

No te pierdas ningún destino

Crea tus rutas, encuentra y guarda los mejores destinos con nuestra App.

Descargar app
{{title}}
{{buttonText}}

Valderredible (Cantabria): arte rupestre, románico, San Martín de Elines y el Ebro

El valle donde quedan muchos secretos

Reproducir

Actualizado: 30/09/2021

Fotografía: José García

Hace más de mil años, ermitaños, eremitas o ascetas -todos los nombres valen-, cansados del ruido y previendo las peleas que se avecinaban entre nuestros reyes visigodos y los árabes, escogieron la hoy comarca de Valderredible -53 pueblos, la mayor de Cantabria- para una vida secreta, sin alharacas. Buscaban silencio, meditación, naturaleza y paz, frente a las luchas entre los del norte y los del sur que nos invadían.

Descárgate la App, acierta con tus planes y gana premios
Descargar app

Una docena de iglesias rupestres -descubiertas hasta ahora- atestiguan una parte de lo que se vivió. Algunos dicen que aquí se escucharon las primeras palabras en nuestra lengua, porque San Millán y sus seguidores fundaron esta colección de ermitas excavadas en la roca en un valle único, al lado del gran Ebro, del griego Hiber y, luego, Iber. Dieron nombre a la península ibérica y se han salvado pese a su intensa historia.

alt

Es fácil entender a esos ascetas desde la perspectiva de esta segunda década del siglo XXI. San Millán, el autor de las primeras palabras en español, fue uno de ellos. Tras ser desterrado de la Cogolla, se vino a vivir a una de estas cuevas-ermitas, según San Braulio y Gregory Kaplan, el profesor de la Universidad de Tennessee, que ha alterado a los académicos y nos acompaña en la jornada. ¡Qué barbaridad, que el español no nació en la Cogolla, sino en un pueblo de Cantabria! Anatema. Interesante.

alt

Baja el Ebro verde y brutote por Valderredible, la comarca más al sur de Cantabria, y su sonido riega la charla de esta mañana en la plaza de Polientes, la capital del valle. “La muerte de Millán coincidió con la conquista de Cantabria por los visigodos. Lo cuenta San Braulio de Zaragoza en su Vita Sancti Emiliani (Vida de San Millán ), que fue escrita entre 50 y 70 años después de morir Millán. Yo he leído su obra en latín. Es una hagiografía, pero da muchos datos que apoyan mi tesis. Gonzalo de Berceo escribe Vida de San Millán mucho más tarde, en el siglo XIII. Es lógico que Berceo tergiversara algunos hechos a favor de la Cogolla, el pueblo de Berceo, donde Gonzalo nació”, explica el profesor Kaplan, defendiendo su trabajo apoyado por el Gobierno de Cantabria.

alt

A su lado, Juan Carlos Cabria -profesor de lenguas clásicas, escritor e historiador con varias obras sobre Cantabria- sonríe y calla ante las bromas sobre el enfado que el norteamericano había causado entre los sabios y a los riojanos al introducir la duda, ya que Millán vivió los últimos 30 años de su vida en estas tierras. Con Fátima -el alma turística y social de esta comarca- y tras el adiós al alcalde, Fernando Fernández Fernández -un filósofo en el cargo desde hace lustros-, comienza una jornada inolvidable. Aventura, naturaleza y cultura con ironía y polémica, son una mezcla que resulta una juerga para los sentimientos y la belleza.

alt

El río que escuchó las primeras palabras castellanas

De camino a Santa María de Valverde, la primera gran ermita rupestre y donde se encuentra el centro de interpretación, es inevitable seguir mirando al Ebro que acompaña con su curso a la carretera. Estas aguas han recorrido 31 kilómetros desde que brotaron en Fontibre, su nacimiento tradicional.

alt

El auténtico nacimiento está un poco más arriba, en las fuentes del río Híjar -a 1880 metros en los Picos de Europa-, como se aceptó ya en los años 80 del pasado siglo. Las aguas del Iber llegan a Polientes ya trajinadas. Val de Ripa-Hiber -Valderredible, valle del río Ebro- agrupa a más de medio centenar de pueblitos a salvo de desmanes arquitectónicos. Es uno de esos pocos lugares donde las desgracias del pasado -la despoblación de los años 60, brutal- deberían convertirse en un tesoro en el futuro. Eso si la España vaciada se convierte en un concepto con verdadero contenido, no en una moda transitoria.

alt

Camino de Santa María, con el río a un lado y las caprichosas piedras de arenisca y el brezo al otro, sigue la charla con Kaplan. Puede que cuando Millán llegó aquí, a estas cuevas excavadas en la roca a orillas del Hiber, ya se hablaran las primeras palabras castellanas. Y en otros lugares de Palencia y Burgos, pegados a este. Pero es fácil zanjar la polémica porque, como han apuntado otros académicos, lo cierto es que las Glosas Emilianenses de Millán aparecieron en la Cogolla. Por tanto, las palabras primeras escritas siempre serán de allí.

alt

La duda de que Millán pueda ser Santiago

“Millán vivió 101 años. Hay pruebas para conjeturar que las últimas tres décadas transcurrieron aquí y que sus seguidores, otros ermitaños, fueron el inicio del Camino de Santiago. Como dijo Sánchez Albornoz, no hay ningún dato concluyente sobre la presencia de Santiago predicando en España. Puede que Millán fuera a ser ese Santiago. En el mismo Monasterio de San Millán, en la Cogolla -abajo en el grande, Yuso-, Emilio está representado en idéntica posición que Santiago el Apóstol, matando moros”. Sí, eso es verdad. San Millán Matamoros allí está.

alt

Al exterior de Santa María de Valverde lo ha arruinado su proyecto de salvación: el tejado que han tenido que poner para proteger la destacable necrópolis que hay encima. Aquí se ha instalado el centro de interpretación de las ermitas rupestres y románicas del valle. Juan Carlos Cabria entra en acción: “Es verdad que la cubierta para protegerla no le favorece, pero era necesaria. Santa María lleva más de mil años siendo utilizada como iglesia cristiana. Visigodos cristianos, mozárabes. Se ven las sucesivas ampliaciones desde la cueva que debió de habitar el ermitaño”.

alt

Al lado de Cabria, Marisa, la encargada del centro de interpretación, recuerda el impacto que produce a la gente, cuando entra en estas naves y los laterales, “pensar en cuántas personas habrán escuchado misa aquí; cuántos sacerdotes, fieles; en qué momentos de la historia”. Y sí, impresiona más aún cuando el vídeo y la ambientación del centro de interpretación pone los tiempos en su contexto. “La única que siempre ha tenido culto desde que fue habitada por el primer ermitaño”. La ermita es visigoda, anterior al siglo VII. Hay que recordar que en el 711 los omeyas comienzan la conquista de la península y echan rápido -en el 726- a la monarquía de los visigodos.

alt

A la vista de la necrópolis que existe encima de la ermita y bajo el tejado, junto con la espadaña exenta, el profesor Cabria recuerda que en Valderredible “hubo muy poca ocupación romana, solo una legión durante 50 años y dependían de la mano de obra cántabra”. A la pregunta irónica de si Pelayo era cántabro o astur, Cabria responde “era visigodo” y punto. Y ambos profesores comienzan a hablar sobre la futilidad, a veces, de las teorías de origen, cuando la historia de hace 1.000 años o 500 -da igual- se saca de su contexto.

alt

Ascetas al margen de la cristiandad visigoda

Recuperando aquel contexto, el profesor norteamericano vuelve a su tesis para abrir debate, bajo el arco de Santa María. Los primeros visigodos que se hacen cristianos utilizaban el arco de herradura para separar el ábside de la nave, era un división religiosa y política. “Los arcos de herradura que aquí sobreviven están construidos con medidas que los distinguen de iglesias y edificios islámicos, levantados a partir del siglo VIII con la llegada de los árabes. Las iglesias rupestres de Valderredible tienen arcos visigodos y sus habitantes eran una comunidad de ermitaños seguidores de San Millán. Este grupo permanecía al margen de la micro-cristiandad visigoda”.

alt

San Braulio -décadas después de muerto San Millán- y Kaplan -milenio y pico después- defienden que San Millán escapó de La Rioja para refugiarse en Valderredible los últimos treinta años de su vida y tuvo su oratorio en alguno de los templos rupestres. Eso sucedió a mediados del siglo VII. Predijo además la invasión de Leovigildo, y durante su larga vida las orillas del Ebro, a través de Valderredible y sus cuevas excavadas, crearon grupos de ascetas seguidores de Millán. En los tiempos ruidosos que corren, la tesis de San Braulio resulta atractiva.

alt

“Así se originaron las primeras rutas hacía el Camino de Santiago, que desde aquí enlazaron al Camino Francés”, asegura el profesor. Vuelta a la carretera, las iglesias rupestres se encuentran a veces a su orilla, como la de Cadalso. Cuenta Juan Carlos Cabria que para que se excavaran necrópolis en cada cueva, luego transformada en iglesia románica, como Valverde, tenían que vivir en el valle familias o caballeros con prestigio y posibles, gentes importantes. “Había que tener dinero para pagar a los canteros y que te cavaran en la piedra estas tumbas que tienen el tamaño del cuerpo, están hechas a medida”.

alt

El valle de la peregrinación

Esos misterios, esta cultura aún con tantos puntos desconocidos, remonta al tiempo en que Amaya, la capital cántabra situada en la Peña de Amaya -a 38 kilómetros de Santa María de Valverde (ahora Burgos)-, fue conquistada por Leovigildo. San Millán también estuvo allí. Hay milagros relatados por San Braulio y otras fuentes históricas. En la arqueta de marfil de Millán que hay en la Cogolla se cuenta precisamente esta historia.

alt

Kaplan mantiene que desde Amaya se acercan senadores a ver a San Millán y hay testimonios históricos sólidos, además del de San Braulio. Los milagros también son recogidos. Si uno es cántabro apetece mucho creer esta historia, con los mismos indicios que tantas otras de la época oscura tras la ocupación romana, desde los francos y visigodos hasta las taifas.

alt

Cabria, que es nacido en estas tierras y regresa a ellas siempre que puede -“por amor, porque no es rentable mantener una casa aquí más que por nuestras vivencias, pese a lo hermoso que es esto”- es autor de Dioses, mitos, héroes y leyendas de Cantabria, además de haber recopilado al gran rabelista de Polaciones, Pedro Madrid Gómez, y trabajar en varias investigaciones sobre la historia y cultura de Cantabria. “Eremitas, del griego eremos, significa desierto. Solo había aquí ermitaños y, poco a poco, se convirtió en un centro de culto y peregrinación”.

alt

El halo con que ambos estudiosos envuelven estas tierras, sembradas de maíz y patatas a las orillas del gran río, columna vertebral del valle y todo lo que le rodea, es un alucine. Además de Santa María del Carmen, en Cadalso, pequeños desvíos del camino llevan a otras iglesias rupestre-románicas como Castrillo de Valdelomar. Mientras, el experto señala la necrópolis y la dirección donde estaba Amaya, sobre la Peña, que recuerdan lo importante que es la orientación de las cuevas y luego iglesias. Al este, hacía Jerusalén.

alt

Arroyuelos, la preferida

La mayoría de las ermitas rupestres de esta tierra, además, tienen una separación clara entre el ábside y la nave, con la característica de las medidas del arco mozárabe que señala Kaplan continuamente. “La muerte de Millán sucede poco más de una década antes de que la monarquía visigoda se convirtiera al catolicismo. Hubo culto aquí a San Emiliano hasta mitad del siglo VII. Y luego es probable que las reliquias del santo se trasladaran a la Cogolla en el siglo X, para revalorizar aquellos monasterios. Las reliquias aseguraban donaciones reales y visitas de peregrinos”. Así llegamos a Arroyuelos, donde Juan Carlos Cabria se despide por quehaceres domésticos.

alt

Nada más entrar por su puerta de reja se entiende la pasión del profesor de Tennessee. Es impactante. Su altura, su arco visigodo, las diferentes excavaciones en la piedra en la parte de arriba -una quizá para ofrecer la misa, otra cueva habitáculo del ermitaño-, las escaleras en la roca, el humo que durante siglos se ha incrustado en sus paredes y los agujeros sobre los que, seguramente, se debieron encajar las vigas de madera, donde se colgaba alguna cortina para aislar una parte de otra en los momentos del culto.

alt

Un murciélago sale irritado por las molestias de dos parejas de turistas, llegados desde Canarias para hacer este recorrido de las ermitas rupestres -“estamos fascinados”-. Están asombrados de que tanto necrópolis como ermitas sean tan accesibles, que no se cobre en ningún sitio. Y enamorados de un valle, oculto para el resto de la península, entre nombres tan poderosos como Cantabria y Asturias o Castilla-León. “Son tierras cántabras porque les tocó, pero con Palencia y Burgos podían conformar otra comarca”, reflexiona uno de los miembros del cuarteto insular que también es profesor, pero de matemáticas. Dos de ellos se prestan a grabar el vídeo con Kaplan, seducidos por el momento.

alt

Con el aleteo del murciélago irritado y el olor a humedad y misterio de Arroyuelos a las espaldas, salir a la luz del valle y parar unos segundos en el siglo XXI, de nuevo con el ruido canalla y evocador del Ebro revolviendo las ramas de los chopos que se atreven a mojarse, es una pasada. Sobre todo si te paras frente al mural del Okuda.

alt

Okuda San Miguel, el artista cántabro cuyas formas geométricas y coloridas han “invadido” las principales ciudades del mundo -de Londres a Nueva York, Lisboa o París-, ha puesto Ruerrero en el mapa con el mural realizado en una nave en el pequeño pueblo de no más de medio centenar de habitantes. La parada y la foto, entre el Ebro y la obra del pintor, es obligada y no origina protestas entre adolescentes que vayan cansados de cuevas y ermitas rupestres. A Ruerrero habrá que volver más tarde, porque la obra de Okuda y de Celia Tejada -y su Molino de Tejada- merecen parada.

alt

La culminación: Colegiata de San Martín de Elines

San Martín de Elines es esa colegiata milagro, la más antigua de las cuatro cántabras, única, maravillosa, que pertenece a Valderredible por los gustos territoriales de los últimos dos siglos, pero que así sea por mucho tiempo. Es una joya, quizá más desconocida que las otras tres colegiatas -Santillana del Mar, Castañeda y Cervatos-, y merecería muchas más páginas y ruido. Tanto como el que hacen las golondrinas, revoloteando alrededor de la torre y el románico especial de este lugar.

alt

Desde hace poco más de un año San Martín cuenta con una guía, María Montero -periodista que ha escogido el regreso a su tierra en la era pospandemia-, que vive, relata y hace respirar los muros, el claustro y las joyas -dos sepulcros- de este lugar. Lo ama tanto como Kaplan, como mínimo.

San Martín de Elines es la cumbre de esta vega única que es Valderredible, nace de un antiguo monasterio dedicado al obispo de Tours, aunque el monasterio era mozárabe y un documento de San Pedro de Cardoña -de 1102- decía que el lugar estaba prácticamente en ruinas. La torre circular atrae rápidamente las miradas, pero la iglesia románica, que tuvo que levantarse al inicio del siglo XII, pertenece al tiempo en el que el románico está en su mejor momento.

alt

Tesoros de tres culturas

El claustro, pequeño, lleno de rosales y golondrinas, con grandes columnas, es de material reutilizado del siglo XVI. Pero a sus lados está lo que para María es la gran joya de San Martín: el sepulcro del peregrino. Maravilloso.

alt

En la tapa, además de la espada con la concha del peregrino -situada a la altura de los pies en el lateral-, lleva la fecha de 1231. Al frente, el pantocrátor y los símbolos de los evangelistas; en los lados, entre otros, ángeles que anuncian el Apocalipsis. La concha del peregrino hace pensar en que era un caballero importante o algún infante que enfermó en su Camino a Santiago. Lo que lleva a concluir que, como dicen Kaplan y otros autores, por Valderredible pasó el Camino de Santiago, aprovechando las antiguas vías romanas.

alt

Hay otro sepulcro que le encanta a la guía, porque es la representación clara de las tres culturas: visigoda-cristiana, mozárabe, y románico-pregótico, por su calidad y símbolos, comenzando por el trazado de soga, que recuerda inmediatamente a la catedral de Jaca y su estilo trenzado.

alt

En la nave central y el ábside es importante atenderla cuando habla de los capitales -como el de los reyes magos, el de Daniel en el foso de los leones-, de las dos pinturas mural que han sobrevivido, y los santos parlantes, San Pedro -llave en mano- y San Juan. Sentarse en uno de los bancos de San Martín, respirar la piedra y el silencio, mirar arriba y abajo, revisar tanta belleza entre la humildad del románico que anuncia el gótico, es un placer al que no se debe renunciar por las prisas.

alt

Un valle para disfrutar sin prisa

Tampoco al salir, al observar las gárgolas y los canecillos, alguno de los cuales muestran posiciones “exhibicionistas”, dicen los políticamente correctos. Es decir, personas en cuclillas enseñando sus partes íntimas, difuminadas por el paso del tiempo sobre la piedra. Hay que recordar que muy cerca de aquí está la colegiata de Cervatos, una muestra fantástica del románico erótico.

alt

Cae el sol sobre la plaza de San Martín de Elines, donde unos niños que pronto volverán a la capital juegan con bicis y pelotas, bajo la mirada de abuelas pacientes que observan al turista ahíto ya de arte y que se sienta a tomar una cerveza, observando la extraña torre cilíndrica, las naves de la catedral y el pantocrátor que sus abuelos apedreaban; jugando a la puntería, como en otros sitios se juega con las farolas.

alt

Este valle merece más, mucho más en tiempos futuros. “Los pueblos tienen poca gente, pero no están abandonados”, reflexionaba Fátima. Y cada uno de ellos tiene aún mucho por descubrir, por eso esperan otras oportunidades, atraídos por la cascada del Tobazo o el robledal mítico del monte Hejido. Aunque a veces el temor a las invasiones turísticas pueda romper parte del halo que envuelve el valle. Pero es tan grande, hay tanto sitio para acoger a la gente…

alt

Te puede interesar