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Cueva de Pozalagua

Visita a la cueva de Pozalagua (Vizcaya)

Un capricho geológico en la comarca de Las Encartaciones

Actualizado: 30/11/2021

La cueva de Pozalagua, envuelta por el Parque Natural de Armañón (Vizcaya), vio la luz por primera vez en 1957 debido a la voladura de una cantera de dolomía cercana. En su interior, 125 metros de longitud acogen la mayor concentración de estalactitas excéntricas del mundo, haciendo que el visitante se pregunte si se encuentra entre arrecifes de coral o adentrándose en un bosque pétreo del centro de la Tierra.
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En la zona más occidental del País Vasco, limitando con Cantabria y Burgos, la comarca de Las Encartaciones despliega algunas de las maravillas menos conocidas del norte de España al abrigo de fértiles valles bordeados por montañas de bosques de eucalipto. Entre los encantos naturales de sus paisajes el Parque Natural de Armañón se extiende por 2.985 hectáreas entre los municipios de Carranza y Trucios, un fabuloso vergel de suaves colinas flanqueadas por los macizos calizos de Jorrios y Ranero que albergan en su interior más de 200 simas y cuevas, configurando un patrimonio geológico fascinante. Entre ellas, la de Pozalagua esconde en sus entrañas toda una catedral subterránea a la que la naturaleza y el tiempo llevan miles de años cincelando con maestría, motivo por el que fue elegida como Mejor Rincón de España por la Guía Repsol en 2013.

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Oculta en las kársticas Peñas de Ranero, la cueva de Pozalagua fue descubierta por casualidad el día de los Santos Inocentes de 1957. Para los vecinos de Carranza la noticia del hallazgo pareció más una inocentada que una novedosa sorpresa de la naturaleza. El detonante de su revelación fue la explosión de una carga de dinamita de la contigua cantera de dolomía, que abrió un agujero en la falda de la montaña destapando este abrumador secreto subterráneo encerrado herméticamente durante miles de años.

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“En la zona hay abundante dolomita”, detalla Marta de la Hoz, guía de la cueva. Este mineral, compuesto por magnesio y carbonato de calcio, fue el precursor de que el terreno contara con la importante cantera en la que los ladrillos refractarios, gracias a las propiedades del mineral para soportar altas temperaturas, fueron el producto estrella para su empleo en la industrialización. “Vizcaya sufrió una gran depresión después de la Guerra Civil y resurgió gracias a la industria, por lo que si no hubiera habido dolomita, los hornos no habrían podido funcionar”, añade la guía.

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Los escenarios de Julio Verne

La cantera estuvo activa entre 1956 y 1976, periodo de explotación del contrato, pero éste no se renovó para preservar la cueva. “El municipio de Carranza fue pionero en proteger nuestro patrimonio geológico en un momento en el que no había apenas concienciación ecológica”, cuenta Marta orgullosa.

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En el año 1991 la cueva fue abierta para el disfrute del público. El acceso se realiza por el mismo agujero que desveló la cavidad años atrás. Una ventana casual a otro mundo que impulsa a la aventura y a la emoción del desconocimiento, como si de pronto el visitante se sumergiera en uno de los libros de Julio Verne. Veinte mil leguas de viaje submarino o Viaje al centro de la Tierra se entremezclan para cobrar vida aquí.

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Una vez inmersos en la aventura, una pasarela metálica guía entre penumbras por su interior: 125 metros de longitud, 240 de ancho y 20 de alto colmados por estalactitas y estalagmitas que prolongan su belleza un centímetro de media cada cien años. La humedad dentro es del 99 %-100 %. La temperatura se mantiene constante en 13 grados. En las paredes predomina el color blanco, otorgado por el componente de carbonato cálcico, en contraposición con los tonos rojizos del óxido de hierro. El silencio de la gruta hace enmudecer hasta los pensamientos, permitiendo experimentar las sensaciones que tuvieron las primeras personas que accedían a las cavidades del Ranero.

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Una anarquía pétrea

La visita transcurre entre un lago desecado, columnas y coladas sobre las que crecen infinidad de estructuras excéntricas en cualquier dirección, desafiando la gravedad y creando esculturas fortuitas que cambian de aspecto acompasadas por un juego de luces y sombras. Comparar formas con objetos es desbordar el ingenio: el sauce llorón, el órgano, el chuletón, el solomillo, etc. “Estas las llamamos magdalenas”, comenta Marta indicando unas que parecen crecer de la nada.

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Pero volviendo a las estalactitas caprichosas que se apoderan de Pozalagua, ¿cómo pueden desarrollarse de este modo si en la gruta no hay corrientes de aire? “Es muy común que en otras cuevas se deba al aire, sí, pero aquí su formación tiene tres factores: el poco flujo de agua que entra, la teoría de la capilaridad y la cristalización dada por el magnesio”. Condiciones fisicoquímicas que esculpen multitud de raíces pétreas, ¿o quizá son corales?

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En el corazón de Pozalagua una bóveda de 12 metros de altura exhibe la Sala Versalles, el mejor punto para admirar este prodigio de la naturaleza por ser el que mayor concentración de estalactitas anárquicas posee. “Desde la bóveda de la Sala Versalles hasta el final de la cima de la montaña hay 90 metros”. Entonces sí que la sensación de estar en el centro de la Tierra embriaga.

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En el recorrido también se contemplan cuatro simas gemelas de 40 metros de profundidad y el lago desecado por la actividad minera. “El agua es la base de la formación de la cueva, la que arrastra el mineral hasta que encuentra una impureza u obstáculo que hace que se formen microlagos”, explica Marta. Lo que será imposible observar es la fauna que habita en Pozalagua, dos tipos de artrópodos de menos tres milímetros: el colémbolo y el isópodo. “Al interior también entra el murciélago de herradura, en peligro de extinción”.

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Las huellas de la cantera

Emergemos para hacer del silencio de Pozalagua música, la de la naturaleza que circunda este secreto kárstico y la de los instrumentos que, durante los meses de agosto, suenan en el auditorio natural acondicionado en la antigua cantera de dolomía. El lugar, idóneo para apreciar el proceso de dolomitización por el cual el carbonato cálcico se transforma en dolomía, acoge un festival de música al aire libre en el que varios artistas folclóricos vascos actúan rodeados de una acústica perfecta, un aforo de 2.000 personas y una iluminación nocturna que ensalza la cantera, en la cual la roca se cortó con hilo de diamante.

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Frente a la cueva se alza un estupendo mirador sobre el valle de Carranza en el que pastorean vacas, ovejas y yeguas con los montes de Ordunte como telón de fondo. Junto a este balcón a los verdes más intensos de Vizcaya se encuentra el Centro de Interpretación del Parque Natural de Armañon, en la antigua estación de trituración de mineral y estación de carga de la cantera.

“La dolomita se transportaba a través de un tranvía aéreo del que aún quedan restos de la estación de carga”, señala la guía. La estación de descarga se ha convertido en el Museo Antigua Fábrica de Dolomitas, reconocido como Patrimonio Industrial Protegido. En la visita se muestra el sistema de poleas gigantes que movían manualmente el tranvía aéreo con el que se transportaba el mineral desde la cueva hasta la fábrica.

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Otra de las cavidades de la zona es la Torca del Carlista, muy próxima a Pozalagua, aunque a ella solo pueden acceder los espeleólogos. Además del patrimonio natural intacto, la región encierra otros muchos tesoros que descubrir: el Centro Karpin dedicado a la recuperación de fauna silvestre abandonada; la Casa de Juntas de Avellaneda, una especie de parlamento para dictaminar normas de la región; la Torre Loizaga y su interminable colección de coches antiguos, o Balmaseda, la primera villa de Vizcaya.

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