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Visita a Frigiliana (Málaga)

La magia de un pueblo singular con vistas al Mediterráneo

Actualizado: 14/07/2020

Fotografía: Daniel Pérez

Frigiliana es un regalo. Uno de esos que recibes con mucha ilusión. Y de los que, aunque no sabes exactamente qué hay bajo el envoltorio, sí tienes clara una cosa: te va a gustar. Por eso quitas el lazo lentamente, disfrutando del momento de incertidumbre hasta que, finalmente, llega la sonrisa. Este pequeño y blanquísimo municipio malagueño es todo lo que buscas de un regalo. Es sorprendente, romántico, divertido. Esconde secretos y tiene vistas al mar. Nunca defrauda. Como tampoco perderse entre sus callejuelas, descubrir rincones llenos de vida, conocer a sus gentes, tomar una refrescante cerveza artesanal o degustar sabrosos bocados de gastronomía local. Es el único pueblo considerado entre los más bonitos de España de toda la provincia de Málaga. Por algo será.
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Frigiliana se parece mucho a otras poblaciones andaluzas de origen árabe, pero tiene algo más, una magia que atrapa a personas de todo el mundo. "Hay muchas cosas que nos enamoraron del pueblo. Y aquí seguimos, encantados", dice Charo Barco, que junto a Javier León llegó a esta localidad malagueña en el otoño de 2012. Hasta entonces ambos vivían en Madrid. Ella es de Sevilla, socióloga y trabajaba en la investigación de mercado. Y él es de origen manchego, pasó su infancia en Suiza y trabajaba en marketing internacional.

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Cambiaron el estrés de la capital por la tranquilidad de un apartamento frente al Mediterráneo. Pronto lanzaron una cerveza artesanal, 'La Axarca', que definen como Tropical Pale Ale y que se ha convertido en una de las referencias indiscutibles del sector. La sirven en su punto en 'La domadora y el león', un pequeño local con una barra de los años 50. Los mayores del lugar recuerdan que fue el segundo establecimiento al que llegó la televisión en el pueblo. Hoy está llena de cervezas artesanales. Tienen dos grifos: uno de 'La Axarca' y otro de alguna marca invitada. Es lugar de culto para los amantes de la cerveza.

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Además de fabricantes, esta pareja distribuye unas 300 marcas nacionales e internacionales, de las que siempre tienen como mínimo una de cada variedad fresquita para servirla. El local cervecero está ubicado en la calle Real, pero está previsto que en 2021 se muden al número 26 de la calle Rosarico La Joaquín. Así que, si no los encuentras en un sitio, lo harás en otro. O en los dos. "En la época post Covid es difícil hacer planes a largo plazo", dice Charo.

El espacio también ejerce de centro de quedadas para los amigos que Charo y Javier han hecho en su década malagueña. Muchos de ellos son extranjeros que llegan de visita y quedan atrapados por la magia de la localidad: un tercio de sus 3.000 habitantes son foráneos. Proceden de todos los rincones del mundo, dando un inesperado aire cosmopolita al pueblo. A muchos se les ve pasear por la calle Real, verdadero epicentro de la vida de Frigiliana que atraviesa de sur a norte el casco histórico.

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Su primer tramo arranca junto a uno de los edificios más emblemáticos: el ingenio Nuestra Señora del Carmen. Es el antiguo palacio de los condes de Frigiliana y cuenta con bonitos frisos en su fachada, donde también hay un viejo reloj de sol. Cinco siglos después de su construcción, es la única fábrica de miel de caña de Europa, que en el pueblo utilizan hasta para hacer chocolate. La miel es el emblema local, aunque también hay otras delicias como el vino dulce, licores de mango, pan de higo o miel de abeja con almendras. Todas se pueden encontrar en casi cualquier establecimiento de la localidad.

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Donde hay objetos singulares casi imposibles de encontrar en otro sitio es en 'Almagra', también en la calle Real. Es un espacio a mitad de camino entre una galería de arte y una tienda de antigüedades. La gestionan Ana Ortíz y su marido. Ellos cuentan con una tienda de recuerdos y artesanías desde hace tres décadas unos metros más allá, pero tras tantos años de trabajo decidieron poner en marcha un lugar más especial que ahora cuidan como a una hija mimada. "Recuerdo que, de niña, siempre me gustaba esta casa, que era de una señora llamada Dolores. Unos años trabajé de cartera y me encantaba traerle las cartas. Hace un tiempo vimos que estaba a la venta… y no nos lo pensamos", dice Ana.

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La remodelación de la vivienda es excepcional. Rascaron paredes, levantaron suelos y desmontaron techos. Indagaron en el pasado y encontraron vigas, arcos, antiguas lozas, huecos para candiles o chimeneas. Ahora las estancias están repletas de tinajas, damajuanas, cántaras y viejos muebles de madera que esta pareja rehabilita en un bonito taller al fondo de la propia casa. Su actual espacio de trabajo fue originalmente la cuadra y, junto a ella, el viejo reciento para los cerdos está hoy repleto de preciosas piezas andaluzas a la que da sombra una bonita higuera. También hay cerámicas de maestros artesanos como Ángel Vera o Baldo García y obras de artistas internacionales y nacionales. Algunos, como la chilena Rosalind Burns, residen en el pueblo; otros muchos, en los municipios cercanos.

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Un poco más adelante y en la misma calle, aparece 'Miller's of Frigiliana'. Un alojamiento que su propietaria, Tania Miller, define como "una casa rural boutique". Cuenta con cinco habitaciones dobles y dos apartamentos, pero también una sala de estar, dos terrazas y una cocina común para huéspedes. Está construido sobre dos antiguas casas del pueblo. Su decoración es perfecta. Chimenea, ajedrez, un viejo piano, muchos libros y estancias llenas de encanto. También hay una "barra de honestidad", donde la idea es que cada cual se eche su copa y la pague en una hucha. Ahí la protagonista es la ginebra Miller. No es coincidencia: la empresa de la bebida es de la familia de Tania. "Crecí ente ginebra", dice entre risas.

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Esta británica de Kent vivía en Granada cuando alguien le habló de Frigiliana. Visitó el pueblo y supo que allí quería vivir. Su apellido también tiene pasado hotelero, así que apostó por crear un nuevo establecimiento bajo el formato bed&breakfast "pero con algo más de lujo y zonas comunes donde hacer algo de vida". Abrió sus puertas hace tres años y, desde entonces, es el preferido por buena parte del mucho turismo británico que visita este rincón de la Costa del Sol. "De paso, les sirvo de guía: aquí les recomendamos sitios, les ayudamos a planear excursiones senderistas o de kayak, lo que quieran", subraya Tania. Justo enfrente, 'Torreón 109' también ofrece otras seis habitaciones en una casa histórica reformada con balcones de forja que originalmente sirvió de torre vigía.

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Entre macetas de geranios, helechos, cactus y multitud de flores con nombres impronunciables, la calle Real sigue su andadura hacia el norte entre pequeños establecimientos como la 'Frutería Fátima', tiendas de regalos o lugares únicos como 'SpaceWhale', donde es posible encontrar multitud de objetos con encanto dedicados íntegramente al mundo marino, especialmente a las ballenas. Más allá, el ayuntamiento y la iglesia de San Antonio de Padua, levantada en el siglo XVII. A sus lados nacen dos calles: Zacatín y Callejón de la Iglesia. Ambas ascienden por escalones y decenas de macetas hacia la parte alta del casco antiguo. Es el conocido como Barribarto, la zona más tranquila del pueblo a la que muchos visitantes jamás ascienden. Se pierden lo mejor: ahí se ocultan, sin duda, los rincones más encantadores.

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Las calles Santa Teresa de Ávila, Alta y Santo Cristo cruzan de norte a sur la zona más tranquila de Frigiliana. Es el momento de admirar las inmaculadas fachadas de cada casa, el colorido de la vegetación y, sobre todo, la inmensa gama de tonos verdes y azules de las puertas y ventanas de las casas. No hay dos iguales. Y cada una, con sus tonalidades –turquesas, mint, celestes, azur y mil más– es única. Lo mejor es que, cada pocos pasos, hay sorpresas en formas de recovecos por los que pasan señoras bolsas de la compra y hombres con herramientas de labor. La agricultura sigue siendo, a pesar de todo, una reliquia en estas tierras en las que, una vez, cada casa tuvo huerto propio: así se evitó el hambre en épocas complejas.

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Hoy se mantienen algunos bancales, pero donde es más fácil saborear las delicias locales es en algunos de sus restaurantes. Uno de ellos está precisamente en la zona más alta de la localidad. Se llama 'El Adarve' y abrió hace 18 años en una antigua casa familiar. El salón y los dormitorios se convirtieron en comedores. El patio, en una estupenda terraza que ahora su propietario, Juan Carlos Cerezo, ha ampliado adquiriendo un pequeño jardín aledaño.

El establecimiento combina la gastronomía local con la internacional. "Así hay variedad para todos: los vecinos del pueblo y los muchos extranjeros que viven aquí o nos visitan", dice Cerezo. En su carta hay salmorejo, mejillones al pilpil o cordero con miel y hierbabuena. También cous cous, sopa harira, presa ibérica o atún. No faltan las berenjenas con miel de Frigiliana, una delicia malagueña que mezcla el dulce con el salado y cuya clave es un buen aceite a la temperatura adecuada. "Así queda en su punto y no falla", añade el restaurador.

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El restaurante toma su nombre de un adarve que hay justo a su entrada. Es un pequeño túnel bajo una vivienda que da a un espacio abierto. Antiguamente ejercía de acceso a un patio de vecinos a cuyo alrededor residían varias familias. Hoy sigue cumpliendo su función, lleno de macetas que los residentes cuidan con mucho esmero. Como este, hay muchos repartidos por todo el pueblo. "Así es Frigiliana: siempre que das la vuelta a la esquina te encuentras con algo bonito", subraya Cerezo.

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Un poco más delante de su negocio se encuentra 'El Mirador', donde comer o tomar algo refrescante con vistas a un mar de coquetas terrazas. Unas bonitas escaleras de barro descienden desde ahí hasta 'The Garden', con cocina internacional. Un paseo asciende junto al Peñón de la Sabina hasta el castillo de Lízar, original asentamiento árabe del que apenas quedan un par de muros en pie. A su alrededor, eso sí, hay un bonito parque lleno de sombras y casas con estilo. Algunas de ellas se alquilan.

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De vuelta a calle Real por un pequeño túnel se encuentra 'El Casino', establecimiento que abrió en los años 40. Entonces era el único bar del pueblo. "Era la sede de todos los vecinos. Aquí venía la gente a buscar trabajo, a pedir favores, a encontrar a alguien. Todo pasaba aquí", dice Francisco Ramírez, responsable del restaurante que hace 80 años abrió su bisabuelo. Él estudio en Málaga, pero decidió volver a su tierra original por la calidad de vida. Ahora los principales argumentos de su negocio son la cercanía, la gastronomía mediterránea y una terraza con vistas al Mediterráneo. En temporada alta es necesario reservar con días de antelación, aunque Ramírez repite una y otra vez la palabra incertidumbre para hablar del verano de 2020.

"Esperemos que esto haya sido un parón y que pronto se recupere todo", subraya mientas sirve una cerveza y un rico plato de presa ibérica con salsa de miel de caña, vino dulce de Frigiliana, verduras y frutos secos. Su cocina también está preparada para los gustos más cosmopolitas: hay rabo de toro, choto al ajillo, lomo de ciervo, crujiente de queso de cabra con miel de caña, brochetas de pescado, pescado de la zona. Abren prácticamente desde las once de la mañana a las once de la noche. "Aquí estamos todo el día", dice el restaurador.

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De vuelta al antiguo ingenio azucarero, las posibilidades se amplían. La carretera sigue su camino hacia Torrox y Cómpeta, con un desvío más que merecido a la aldea El Acebuchal y su restaurante familiar. Si preferimos caminar, hay dos sencillas rutas. La primera, refrescante, asciende por el cauce del río Higuerón, que ejerce de frontera para el Parque Natural Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama que se extiende al norte. La segunda, el sendero que sube hasta el pico del fuerte en unas dos horas entre tomillo limón, esparto, romero y tomillo.

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La caminata es exigente, pero ofrece vistas 360 grados y permite descubrir la mayoría de las cumbres de la comarca de La Axarquía y como, sus faldas, terminan cayendo al azul Mediterráneo. Sus playas también están cerca: las de Nerja, a poco más de seis kilómetros. Y las aguas turquesas de Maro, poco más allá. Frigiliana es sierra, mar, tranquilidad. "La pregunta no es qué tiene Frigiliana, sino qué no tiene", sentencia Francisco Ramírez. Quizás sea la clave por la que muchas personas, como Charo, Javi, Tania, Rosalind, Francisco y tantas otras personas han hecho de Frigiliana su hogar. Quizás tú, por qué no, seas el próximo.

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