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Qué ver en una visita minera a Barruelo de Santullán

Barruelo, minero de casualidad

Actualizado: 23/10/2019

Barruelo de Santullán es un pueblo de la Montaña Palentina, al noreste de la provincia. Está encajonado entre dos laderas y atravesado por el río Rubagón. Unas construcciones industriales vacías y abandonadas son su patrimonio, las raíces de un pasado ligado a sus minas de carbón.
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En Barruelo apenas hay sitios en los que poder aparcar el coche. Una opción es hacerlo fuera del núcleo urbano, en los alrededores del elevado cementerio. "Yo he visto féretros cargados en una pala de excavadora en días de grandes nevadas", dice Fernando Cuevas, guía del Centro de Interpretación de la Minería de Barruelo, mientras camina en silencio por la pendiente. El centro es la única zona llana del pueblo, a sus lados hay varias barriadas de casas de adobe dispuestas en escalera sobre un terreno ganado al monte. A estas viviendas se suman los denominados cuarteles, en los que residían los mineros cuando el pueblo experimentó su apogeo, en los años 30 del siglo pasado. Por aquel entonces, la población de Barruelo, una sociedad minera, rondaba los 9.000 vecinos (hoy no alcanza los mil), llegando a ser el pueblo más habitado de la provincia. Y lo fue porque "en Barruelo siempre había trabajo, aunque fuese ingrato", dice Fernando una vez pasado el camposanto, a la mitad de la subida al pozo Calero (Senda del Estratotipo Barrueliense).

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Antes de ser obrero, Barruelo fue una aldea de montaña dedicada a las actividades agropecuarias. El carbón se encontró "por potra", cuenta el guía Oliver al grupo de personas que le escuchan durante el recorrido por la mina visitable. Ciriaco del Río, cura de Salcedillo, una tarde de 1838 regresando de Aguilar de Campoo a su pueblo, reparó en unos trozos de piedras negras y lustrosas. Hizo las consultas pertinentes y unos pocos años más tarde se iniciaron los trabajos de extracción de carbón en la cuenca del río Rubagón. Toda la producción se destinó a producir vapor para los ferrocarriles.

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Que en aquella época todo funcionara con carbón era bueno para Barruelo. Crédito Mobiliario, propietaria de la explotación minera y de Ferrocarriles del Norte (posteriormente absorbida por RENFE), hizo un gran negocio al conectar ambas compañías: el combustible extraído del mineral y las briquetas que fabricaban en Barruelo eran consumidos por los ferrocarriles. Crédito Mobiliario construyó un ramal ferroviario que unía la producción de Barruelo con la vecina localidad de Quintanilla de las Torres y de ahí se transportaba a Madrid. Esto hizo que el carbón barruelano fuese muy competitivo en el mercado nacional (el inglés siempre fue más competitivo).

Casas a pie de la bocamina

De esta manera aumentó la producción de la mina y la población de Barruelo. Inciso: a siete kilómetros de distancia se encuentra la antigua colonia obrera de Vallejo y el canal subterráneo de las minas de Orbó. Un ingenio tecnológico de la época que apenas funcionó entre 1884 y 1895. Medía 1.775 metros de largo y servía para evacuar el agua, ventilar las galerías y transportar el carbón por el interior de la mina hasta Barruelo, donde se encontraba el ya mencionado ramal ferroviario que le unía a Quintanilla de las Torres.

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Leoneses y asturianos se desplazaron a las minas de Barruelo a trabajar y a enseñar a los locales, que hasta entonces alternaban las labores del campo con la mina. Las ricas y profundas entrañas del valle de Santullán propiciaron un cambio en la fisionomía de Barruelo y en la mentalidad de sus vecinos. Los propietarios de la explotación crearon un mundo cerrado en el que solo había espacio para trabajar en la mina, en el que a los mineros y a sus familias no les faltaba de nada. Las mujeres no bajaban a la mina, pero sí trabajaban separando el carbón en el lavadero. En un lugar así es muy difícil distinguir el pueblo de la mina. "Tú eres de Barruelo porque trabajas en la mina", dice Fernando.

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Se levantaron viviendas, primero barracones provisionales y después los ya mencionados cuarteles, ejemplo de la arquitectura clásica minera. Bloques de viviendas de dos alturas en los que por medio de una escalera exterior se accede a la planta superior. En esta planta las puertas de las viviendas se suceden a lo largo de un estrecho pasillo con aspecto de balcón. También se les facilitó materiales para que cada uno se construyera su propia casa. Una vez se ocupó el centro del pueblo se levantaron barriadas en el monte (en la actualidad solo permanece habitada la de Helechar) y a pie de la bocamina, para así asegurarse el trabajo incluso los días de nieve.

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"Ni gases mortales ni ratas"

Para las compras del día a día había un economato, la educación de los niños y niñas estaba asegurada con una escuela, así como la salud de todos los vecinos al contar con un hospital y su correspondiente personal sanitario. Este paternalismo empresarial cuidaba a sus obreros, controlaba la vida comunitaria del pueblo y frenaba los movimientos reivindicativos. Los mineros, que eran usufructuarios, tenían que acatar las reglas del propietario o dejaban de disfrutar todos esos servicios. "Ofrecían matarte a trabajar en la mina para vivir bien fuera de ella", dice Oliver.

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Las minas de carbón de Barruelo eran muy ricas y las más peligrosas de España por el grisú. Un gas que, además de inflamable y explosivo, en altas concentraciones desplaza al oxígeno provocando la muerte por asfixia. La falta de aire es una de las mil maneras en las que se podía morir en estas minas. Luego está la neumoconiosis, enfermedad que degenera el sistema respiratorio y puede llegar a matar a quien la padece. "En la mina se trabajaba sin saber si se iba a ser mayor o no", dice Oliver. También se podía perder la vida por la coz de una mula. Este animal híbrido, fruto de cruzar una yegua con un burro o un caballo con una burra, es el que se empleaba para que tirase de las vagonetas cargadas de carbón en el interior de las minas. Este trabajo primero lo hicieron niños de siete, 12 y 14 años, hasta que en 1908 se aprobó una ley que prohibió su incorporación al trabajo hasta los 16.

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Las condiciones laborales y la dureza del trabajo en el interior de la mina no se pueden reproducir en la mina visitable, el reclamo turístico del pueblo, previa visita al Museo de Minería. "Aquí no hay ni gases mortales ni ratas, por lo demás es todo igual", dice Oliver. Cuando el carbón de las minas de montaña se agota hay que ir a por el que se encuentra por debajo del nivel del río (en Barruelo hay cerca de un centenar de minas de montaña). Para acceder al mineral hay que hacerlo en vertical, por lo que hay que cavar un pozo y levantar un castillete en la superficie. En Barruelo el pozo Calero de 480 metros de profundidad tiene un castillete de sillería, en vez de ser metálico, que le hace diferente. Es la torre Eiffel de piedra de Barruelo. En esa icónica y olvidada construcción Ángel Sardina González (77) trabajó durante 11 años como maquinista. Su función era la de bajar y subir del interior de la mina a sus compañeros en una jaula.

Escaladores disfrazados de mineros

Desde 1972 todo aquello son recuerdos entre cristales rotos y maquinaria sin engrasar y sin electricidad que le haga funcionar. Con la electrificación de RENFE y la exportación de los derivados del petróleo se dejó de consumir carbón y las minas de Barruelo se convirtieron en un juguete roto. Ángel anda con mucha destreza entre los escombros con ayuda de un palo. La misma energía que tiene con las piernas la tiene con la boca. "Yo aquí he pasado noches solo acompañado por las 40 mulas que había bajo tierra", dice el jubilado minero. Al ver su antiguo puesto de trabajo no duda en colocarse entre dos grandes palancas y explicarnos cómo funcionaba el mecanismo de esa jaula que introducía y sacaba a los mineros del interior de la tierra.

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A la profundidad hay que sumarle la inclinación o buzamiento a la que trabajaban los mineros en Barruelo. De 55 a 85 grados, es decir, en vertical. Y lo hacían en escalera invertida (testeros), en lo que se llama rampa o taller, para que el carbón que caía no golpease al compañero que estaba picando abajo. Para picar usaban un martillo neumático de nueve kilos de peso con una mano, con la otra se agarraban para no caerse. Eran escaladores disfrazados de mineros. Y así durante siete horas en un espacio muy reducido lleno de polvo. A medida que se picaba el carbón había que postear para que no se hundiese el techo. Para eso se colocaban unos postes de madera que hacían de puntales.

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Mientras tanto, el avance en galería se fortificaba con cuadros, unas estructuras de madera de tres piezas, una arriba y dos a los lados, para soportar la presión de la montaña. Parte de este trabajo se hacía de manera manual, al tiempo que se ventilaba la zona. En las minas de Barruelo hay tanta concentración de grisú que no se podían utilizar las máquinas modernas eléctricas para acelerar el proceso de extracción de carbón por riesgo de explosión. Hoy el peligro es el olvido que puede arrinconar a Barruelo, un pueblo en el que se sube mucho y se baja más.

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Después del recorrido por la mina, toca reponer fuerzas. Una opción para comer es continuar la ruta en dirección norte, hasta Brañosera, el pueblo más antiguo de España. Sus casas de piedra enclavadas en la montaña invitan a dar buena cuenta de un chuletón de vaca en 'La Cueva del Coble'. Un restaurante abierto hace 22 años decorado con numerosos objetos que su propietario, Jesús Gracia Delgado (68), se trajo de Canadá, país en el que vivió 16 años, y hacen muy acogedor el comedor. Y para hacer la digestión te puedes acercar a Salcedillo, pueblo fronterizo con Cantabria, de donde era el cura que descubrió por azar el carbón en Barruelo.

MINA VISITABLE DE BARRUELO DE SANTULLÁN - Travesía Ferrocarril Porq, 17. Barruelo de Santullán, Palencia. Tel. 979 60 72 94.

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